Torre Muga, es un vino para sentirlo, no tanto para pensarlo.

Color: negro zaíno, de capa alta.

Inmenso por su claridad, expresión y definición. La fruta se hace muy presente por su madurez, tersura y sazón. Se aprecian destellos de moras, ciruelas, arándanos y cerezas. Se intuye con facilidad que es un vino que va a crecer, pues está todavía en proceso de desarrollo (aún es un "chavalín", por así decirlo) y, sin embargo, invita a continuar probándolo. Las notas de la crianza están dormidas, serenas, tramadas y complejas, por explotar y definir.

En boca es tan sabroso como carnoso, con peso y sentido frutal. La crianza se siente y se palpa, intensa, sin intimidación, que crecerá y armará el futuro de este vino. Ahora es adorable pero es un mal negocio abrir la botella.

 

Fuera de cata:

Sigo con el vino a ciegas en la recata.

Es un vino que me conecta con mi juventud, con mi Atxona y con mi Aita (“abuelo y padre"  en euskera). Un vino sano, rico, fresco y frutal, con sentido, para beberlo a diario sin reservas. Al descubrir la botella y su precio, te das cuenta que uno de los dos, está equivocado. 

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