Un vino muy interesante con una evolución estupenda.

Rojo cereza de capa alta con ribete teja. Nariz especiada y con aromas de frutillos silvestres rojos sobre recuerdos de finas maderas. A copa parada percibo cierto matiz de depósito de metal, como cuando entras en una bodega y te viene ese aroma entre lo primario y lo industrial y que intentamos describir la mayoría de las veces como de cueros recién curtidos. Los vinos de Rioja jóvenes adquieren este aroma al año de elaboración y se podrían confundir con la mineralidad pero es una especie de estadio intermedio entre los aromas secundarios y terciarios. Le pasa por ejemplo a todos los de maceración carbónica. Conforme se airea salen las frutas rojas más maduras, los tostados, ahumados, especias, cueros finos, cacao, poso de café de puchero, flores marchitas, caramelo de fresa y una sensación final que entremezcla los aromas primarios de la fruta roja con los terciarios de la botella dejando un bouquet elegante, claramente riojano y con mucha vocación de botella. La boca es extraordinaria, muy rica en sapidez y sabores de frutillos silvestres en confitura que son una delicia, jamás diría que es un vino de 20 años. Evolución fresca y en donde los taninos se presentan muy bien construidos e integrados = fruta + madera nueva y además dejan un sabor especiado con un toquecito picante creo que de otras variedades utilizadas además de la tempranillo. Posgusto placentero, activo y donde se posa el carácter frutal fresco con cierto recuerdo cremoso y tostado por vía retronasal, además de las especias picantitas. Un vino estupendo, con una evolución en botella diferente a casi la mayoría de los Riojas ( ni mejor ni peor, pero sin con un estilo distinto ). Estupendo descubrimiento de las Bodegas Olarra de donde proviene mi querido Cerro Añón 81 y 82. Vemos nuevamente que el volumen cuando se tiene criterio y trazabilidad no está reñido con la calidad, sino todo lo contrario. Este vino tiene desarrollo en botella de muchos años.