Saca de febrero de 2019.
Procede de la misma solera de aquella encumbrada “La Bota 10 de Manzanilla Pasada 1/15” que no tuve la suerte de probar.
Oro viejo con reflejos cobre. Refulgente y limpio.
Desde que lo acercamos a la nariz percibimos frescura y salinidad. Anticipamos ya que sobre estos dos pilares van a estar asentadas esta fase y la próxima. Flores de invernadero, cítricos, canela, vainilla, repostería, frutos secos, apuntes a madera tostada y yodo.
Boca juvenil, poderosa y al mismo tiempo grácil, conjuntada y nítida en matices. El paso es redondo, no tiene picos y deja sensaciones engañosamente dulces al principio y ácidas después. Alcohol integrado.
Postgusto largo con recuerdos biológicos y marinos.
Muy buena. Ofrece lo mejor de los dos (o tres) mundos que existen en este tipo de vinos y sorprende lo insultantemente lozana que está en estos momentos.
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