Raro y extravagante. Empezando por su turbio y feo color, naranja en la primera copa y casi marrón en la última. Pasando por una nariz dominada ayer por el acético y un pelín más abierta hoy (flor marchita, cítricos, menta y medicamento) y terminando en una boca que no sabría bien ni cómo definir: claramente desequilibrada ya que no hay conjunción alcohol-acidez, muestra sabores rancios, defectuosos e incluso desagradables. Todo va por su lado y sin embargo, cuando te acostumbras, acabas bebiéndote la botella (también ayuda que es de 37,5l). Piensen en quesos azules, salazones, arenques, alcachofas... quizá echándole imaginación incluso acierten. De todos modos, estas elaboraciones no envejecen bien, la prueba irrefutable de que una cantidad adecuada de conservantes y una crianza racional son siempre indispensables. 

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