El Sublime Cuantitativo

Dorado. Esplendoroso. Burbuja finísima que forma un rosario perfecto. Limpio y con muchísima luz.

La nariz es prodigiosa. No voy a extenderme en identificar los cítricos, las especias o la panadería porque sería absurdo. Este Champagne lo tiene todo. En él podemos captar todos los momentos de la vida de un espumoso. Los aromas van y vienen, cuando unos se cierran, otros se abren... una auténtica maravilla que nos ha dejado pasmados.

Y en boca más de lo mismo. Fuerza, clase, aparente fragilidad, clasicismo... De corte oxidativo, todo está perfectamente engranado: la grasa, la acidez, la madera, el alcohol, la fruta y todos los demás matices van al unísono. El trago es femenino y decadente pero al mismo tiempo nos parece muy vinoso. Posee la precisión del mejor reloj artesano suizo.

Postgusto eterno y muy, muy complejo.

Un Champagne de más de 500€ cortesía de Raúl, a quien no podemos agradecérselo lo suficiente. La perfección existe.

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