Como si la botella hubiera crecido por sí misma en un anaquel de supermercado Carrefour, la encontramos entre otros vinos españoles, tumbada y al abrigo de la luz viva. Quizás nos sorprendamos al ver que la sangre de toro pudiera ser blanca. Quien no arriesga no gana y compramos esta rareza por casi nada.
Visto que el vino tiene más de siete años a espaldas, muestra un bonito color dorado luminoso similar al del aceite de oliva. A copa parada, presenta un delicioso y pronunciado aroma de jalea de membrillo con apuntes de pomelo, recuerdos de tilo en flor y notas de melón blanco. Al agitar la copa, aparecen de repente matices de piña en almíbar y de manzana reineta pero hay también toques propios del envejecimiento en botella : azahar y orejones. Si la nariz promete mucho, la boca no decepciona : es un zumo de frutas - no se nota los 11,5° de alcohol - que se bebe con no disimulo placer. De textura levemente grasa pero ligerísima, evoca la fruta estrella, las peras de agua y la hierba luisa. El sabor y la pureza van de la mano. Admiramos el equilibrio entre la acidez, un leve amargor y la presencia frutal. Bien delineado, redondo, maduro, evolucionado y bastante largo - alrededor de treinta caudalías - combina perfectamente con una sartenada de zamburiñas con guarnición de arroz basmati, setas shiitake y un queso Brocciu fresco que huele vagamente a redil de ovejas.
¡ Vaya sorpresa ! Ni una palabra de castellano en la contraetiqueta : parece que este " white wine " ( sic ) ha sido elaborado para los innumerables extranjeros de la Costa Brava. ( Carrefour / PVP : 4,99 € )