Amarillo parecido a una yema de huevo desparramada aunque menos denso. Turbio, o mejor dicho con "brumas", a mi hija Carmen cuando agitaba la copa le parecía algo mágico, parecido a esas bolas de juguete que parece que tienen humo dentro. Con poso, tanto que la capa es media.
La nariz la situaríamos entre una cerveza y una sidra, en cata ciega jamás habríamos pensado en un blanco. Cítricos, vinagre de arroz, moho, alguna piedra... no detecto mucho más. Al menos no decae durante el tiempo que dura abierto.
La boca parece cargada de volátil, concretamente acético, sin embargo el corcho es de excelente calidad y tapaba todo el cuello de la botella. Frescura relativa. Alcohol presente, madera inexistente. Registros ya descritos en la fase anterior.
Final de duración media que deja recuerdos inclasificables.
Estos vinos no sé valorarlos. Ni siquiera soy capaz de decir si éste en concreto me ha gustado. A ratos agradable, a ratos me ha raspado.