Bellos recuerdos.

Hace años que no tomaba este vino y he atisbado varias diferencias con lo que antaño me encontraba en la botella. Ha cambiado el continente. Ya no es la botella de diseño italiano de sus primeras añadas. Ahora el vino está encerrado en una botella bordelesa. El corcho sigue siendo de calidad y la etiqueta que la viste continua siendo la misma.
A la vista, tiene menos capa. Ahora hablamos de una capa media alta, limpio y brillante, con buena y fina lágrima que se desliza con pereza por el cáliz de la copa. Color rojo picota y con un ribete granatoso y con débiles notas cardenalicias.
En nariz, le encuentro cerrado, ha tardado tiempo en abrirse y manifestar las frescas frutas rojas y negras del bosque que encierra. Notas balsámicas. Madera en segundo plano.
En boca, le han domado y le han hecho más comercial. Ha perdido aquella originalidad y personalidad de sus primeras añadas, ha perdido rusticidad, volumen y potencia. Ahora está más domado y ha ganado en elegancia y comercialidad. Un vino para el gran público. Antes era un vino más dificil, para gente más entendida y para un público menor. Es frutal, con los taninos domándose, elegante, con la madera de su crianza en segundo plano. ¡Viva la fruta!. Mineral y balsámico. Grato paso de boca. Es un vino muy largo. Me da una permanencia de 2,45 minutos.

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