Volviendo a sus orígenes.

Me encuentro ante una botella de vino de una bodega de La Rioja que en el pasado siglo y en las décadas del 30 al 70 fué una de las grandes de La Rioja. Circunstancias, al pasar de manos, hicieron que desaparecieran del panorama vinícola español.
Un vino encerrado en una botella borgoñona que está vestida con una etiqueta de diseño muy clásico pero elegante. Corcho que la cierra de gran calidad.
A la vista un color amarillo verdoso con incipientes notas oro. Limpio y brillante. Muy buena, densa, gruesa y lenta lágrima en su deslizacimiento por el cáliz de la copa.
En nariz frutas cítricas, de hueso y leves tropicales.
En boca es elegante, sedoso, untuoso, graso y con volumen. Con una presente y elegante acidez que invita a beber y que le otorgará varios años más de vida. Con carga frutal pues retornan con agrado y elegancia las frutas percibidas en la fase olfativa. Muy grato, fresco y elegante paso de boca. Es un vino muy largo. Me da una permanencia de 3,00 minutos.

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