Es increíble lo que se puede hacer con la tempranillo : se queda uno con las patas colgando tras haber probado este vino. De color completamente teja, totalmente translúcido, muestra un carácter marcadamente frutal y exhala aromas netamente identificables : hay un telón de fondo de compota de fresas - y algo que se parece al higo negro - sobre el cual destacan notas terciarias de musgo seco, de sillón de cuero inglés, de maderas nobles y un toque ligeramente resinoso. La boca - fiel reflejo de la nariz - es puro rigor en su forma, pura elegancia y distinción, pura suavidad. Si hay algo que caracteriza este Yllera es el refinamiento llevado a su punto máximo : seda y bordados de encaje. Es un vino de tafetán para paladares sutiles.
¿ Rara avis, joya olvidada ? Desgraciadamente sí : hay que resignarse porque los hermanos Marcos y Carlos Yllera han dado una nueva orientación a la bodega, para seguir al rebaño ... la alta expresión. Citando a Flaubert, digamos que este néctar, vestigio de un tiempo remoto, " fue como una aparición. "
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