La primera vez que lo probé fue hace año y medio; era el típico vino joven de color amarillo pajizo con reflejos verdosos, con aromas herbáceos y algún que otro aroma a frutas tropicales. En boca era seco, de buena acidez y con una persistencia media (7,5 puntos).
Pero el tiempo transcurrido le ha dotado de mayor complejidad.
Ahora, el vino es de color amarillo pajizo intenso con reflejos dorados.
Huele a manzanas rojas muy maduras, carne de membrillo, peras en almibar y hojas de laurel seco. También aparecen ligeras notas minerales.
En boca sigue siendo seco, algo graso, con más cuerpo y sigue conservando una buena acidez cítrica muy refrescante. El final es largo y frutal.
Me costó 12 euros.
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