Tintos eternos

Rojo rubí, ribete rojizo, capa media-alta.

Con buena intensidad en nariz pero de lento desarrollo, a pesar de decantar con una cierta antelación estos son vinos que requieren de mucho aire para expresarse. Cerrado inicialmente, poco a poco se va expresando con complejidad, notas de una fruta roja bien madura pero presente, un marcado fondo especiado y mineral, granos de café, tabaco de pipa, maderas nobles, mina de lápiz, incipientes recuerdos animales, caza de pluma, faisandé, piel curtida, ahumados. Complejo y con una enorme paleta por desarrollar.

En boca muestra ese peso y esa viveza tan típica de los viejos Ygay, excelente acidez y un paso redondo y profundo, poderoso y estructurado, con mucho recorrido por delante. Final de gran longitud que nos deja recuerdos frutales, especiados y minerales, con un tanino todavía presente aunque ya bastante bien integrado.

Muchas ganas teníamos de probar esta añada de Ygay que se corresponde con el centenario de la bodega, siendo etiquetado con la primigenia denominación de “Château Ygay”. Más de 30 años de crianza, casi 40 en bodega, otra forma de hacer las cosas que hoy en día no tiene cabida pero que desde luego es símbolo de grandeza y categoría. Quizá un poco por debajo del 42 (la perfección) y del 59 (el enterrador), tampoco tiene el misterio del 25 o la enorme elegancia del 68, pero lo que sí que es cierto que tiene un poco de todos y se encuentra a un nivel excepcional. Junto con los grandes Vegas, los mejores tintos nacionales.

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