Dorado pálido, brillante y glicérico.
La botella lleva abierta una semana y esto ha mejorado considerablemente.
Al principio se mostraba mucho más tímido, y hoy, sin habernos encontrado con una paleta muy exuberante, hemos detectado notas muy interesantes. Cítricos, pimienta negra, aspirina, mentolados, eucalipto, goma quemada y mineralidad.
Boca marcada por una acidez enorme que sin embargo se equilibra con un paso untuoso. Cáracter más primario que el descrito en la anterior fase.
Final perfumado.
Un vino que no llegó a cinco euros en Portugal. Al no haber probado tantos blancos del Douro, no tenemos casi referencias aromáticas ni sápidas. Unas veces recordaba a un Rías Baixas, otras a un Muscadet, e incluso alguna a un Kabinett con pocos años. En cualquier caso, un exponente de una bodega de culto mucho más que digno. Fresco, austero y con tensión; y aún está por explotar. Apostaría por él de aquí a los próximos diez años. Bastante mejor que bien, requetebién.