Botella tomada en restaurante y sin aireación previa.

De color rubí con ribete cereza, capa baja y lágrima fina que no tiñe la copa. Color precioso para un vino, buen comienzo.

En nariz no aparece nada reducido, fruta roja y frutillos del bosque, notas florales, balsámicos. La primera impresión es que es un Borgoña.

En boca es un vinos fresco, ligero, la botella baja sin enterarnos. Una buena acidez le augura un gran futuro. Tanino agradable, postgusto medio. Elegante.

Está claro que es un vino muy especial que, o bien te gusta mucho o no te gusta nada. A mí me ha encantado pero está claro que es una cuestión personal. Lo poco que tengo habrá que guardarlo mucho porque da la impresión que evolucionará de maravilla.

Reconozco como casi siempre la peculiaridad de los vinos en los que Raul Pérez se implica. Desde luego no se puede decir que sea un vino que no tenga personalidad propia. De ahí a que eso se enmarque entre los vinos en general o de este autor que mas me gustan va un trecho. Sin ser turbio, denota cierta tendencia a la turbidez, ligero en copa, aroma cerrado, cuero, maderitas, sotobosque, raspon. Aromas y boca algo florales, si que recuerda al aroma y sabor de posos de té. Yo el cardamomo no se lo encuentro, pero esto debe de ser problema mio. A mi gusto hay un matiz demasiado presente en la botella, ese toque a caucho, o goma quemada, frenazo, demasiado presente en un vino tan ligero y con esta graduación que este registro, al menos en mi boca se apodera de otras sensaciones, frutales y florales que quedan en segundo pano. Seguro que la facbricación de este vino y todo lo que lleva alrededor es especial y forma parte de un proceso cuidadoso pero, no es un vino que a mi me conquiste como si que lo son otros de este/os autores