Las garnachas de Madrid y alrededores son muy finas elegantes, no tienen nada que ver con las de Aragón, muy potentes. El alcohol es similar, pero en las madrileñas no se aprecia.
Vino encerrado en una botella borgoñona y vestido con una etiqueta sencilla y elegante. Corcho correcto.
A la vista se manifiesta rojo picota de capa baja, casi un ojo de gallo. Limpio, brillante, la lágrima se desliza con prontitud por copa. Menisco color rubí y con algunas notas teja.
En nariz encuentro frutas rojas y negras en una intensidad media y madurándose, arándanos, cerezas, madera de su crianza bién integrada, tánico, trazas de tizas.
En boca está fino, ligero con fruta, muneral, no tiene el cuerpo que se espera de las garnachas y especialmente comparándolas con las de Aragón, cierta elegancia, viva y fresca acidez que te ensaliva la boca, te hace beber y le dará vida algunos años más.Madera inapreciable, está bién integrada. Correcto paso de boca. Una permanencia en boca de 2,15 minutos.
Las garnachas de Madrid y alrededores son muy finas elegantes, no tienen nada que ver con las de Aragón, muy potentes. El alcohol es similar, pero en las madrileñas no se aprecia.
Conozco sus diferencias. En Aragón : cuerpo, corpulencia, carnosidad, más cálido, volumen. Madrid : Más finura, dicen que más elegancia, poco "chichi", alcohol mas integrado y por tanto menos apreciable. Pero no me acaban de convencer. Hoy probaré otra garnacha de Madrid, pero me parece que más de lo mismo.
Está claro que Tiene que haber gustos variados. A mí, en cambio, las garnachas de Aragón me resultan demasiado potentes y las madrileñas me encantan.
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