Entre los diferentes vinos que un amigo tenía medio olvidados en el sótano de su casa del pueblo encontramos un par de botellas de este Estola Gran Reserva del 82. Decidimos abrir las dos, aunque sin esperanza de encontar nada de interés. El resultado ha sido una de cal y otra de arena.
En ambos casos los dos son de color rubí de capa media, que gradualmente va pasando a teja, naranja y, ya en la orla, dorado.
Ambos presentan una nariz de mediana intensidad, en un caso con aromas a fruta roja muy madura, chucherías de fresa, caramelo líquido, almibar y café con leche, mientras que en el segundo, notablemente peor, sólo encontramos guindas en licor y recuerdos de pasta de papel humedecida.
En boca los dos son ligeros, con buena acidez, conservando el primero de ellos aún bastante fruta roja madura, siendo suave y aterciopelado, no mostrando restos ya de taninos. La otra botella ofrecía un paso de boca sin virtud alguna, yéndose más de la mitad del vino por el fregadero.
En resumen, en una botella encontramos un vino todavía agradable en su conjunto, destacando sobre todo por su nariz, y manteniendo aún el tipo con dignidad, mientras que en la otra el tiempo había hecho estragos.