Ha sabido envejecer con dignidad, adquiriendo lentamente su color terracota. Ahora, parece un vino sin edad, suspendido en el tiempo en estado de ingravidez - ¿ desde y hasta cuando ? - pero de perfume y sabor anticuados, afable, acariciante, alegre, lleno de vitalidad, de cuerpo esbelto, con una notable pureza frutal y sutiles notas de tercera generación : jalea de grosella, rosas secas, caramelo de violeta, caja de puros, un toque rancio y un matiz cítrico que le confiere muchísimo frescor. Ni pálida imitación de Burdeos ni reminiscencias borgoñonas sino un gran cambio de aires, un viaje revivificante por esta Rioja que tuvo su época de esplendor antes de caer al vacío.
Gracias a la bodega y a la familia Artacho, los responsables de todo esto. Monte Real es garantía de buen vino y no somos los primeros en enamorarnos de sus vinos. Hace unos años me explicaron que Mussolini era una grandísimo aficionado a Monte Real... Qué cosas!!! Un saludo.
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