Probé este vino hace unos meses en un evento en Madrid y me llamó la atención por su singularidad y, porqué no decirlo, hasta por su cierto atrevimiento: ¡un syrah en tierra de garnachas (Calatayud) y, además, con algo de viogner!. Hablando con Ana Alonso, copropietaria del proyecto, me comentó algunos detalles de esta aventura y del asesoramiento técnico de Norrel Robertson.

El vino se muestra con un atractivo color rojo granate con ribete violáceo. En nariz es muy expresivo incluso a copa parada, con notas especiadas, vinilla, frutillos rojos, monte bajo e incluso alguna nota floral (no sabría decir si por la aportación de la viogner). En boca es amplio, con bastante cuerpo y buena estructura, con un final ligera y agradablemente amargo y bastante largo en su persistencia. Buena acidez y frescura. El retrogusto nos recuerda las notas especiadas de la crianza en barrica.

Granate violáceo de buena capa. TIene una nariz intensa, hay notas de bosque umbrío, matices especiados, toques de frutos del bosque y algún matiz avainillado en el fondo. En boca tiene buen ataque, resulta fresco, con excelentes amargos, taninos dulces y pulidos, estructura media y notable persistencia.