Cuenta con una carta no muy amplia pero más que suficiente, 12 tapas, cinco “ideas alborotadas” y media docena de postres. Además un menú diario, un menú de tapas y un menú degustación completan las propuestas de la carta.
Julio Verne ofrece una cocina de mercado de armonías y combinaciones diferentes que constituyen el toque propio del cocinero Juan Exojo.
Las propuestas vinícolas tampoco son muy extensas, algo más de 60 referencias, pero si variadas, escogidas con criterio y poco convencionales. Estoy convencido que el buen aficionado seguro podrá disfrutar tanto de la comida como de la compañía vinícola.
Destacable resultó el servicio en sala comandado por Cristina. Profesional, dispuesto, simpático y siempre atento a nuestros requerimientos.
Al tratarse de un grupo numeroso previamente concerté un menú basándome principalmente en su menú degustación y armonizándolo según mis propios gustos vinícolas. Éramos tantos que no les dejé decidir, pero creo que finalmente les gustaron mis elecciones, pues no escuché queja alguna. Jejeje…
La ventaja de ser 22 residió en que el restaurante fue exclusivo para nosotros, tuvieron la deferencia de no aceptar más mesas por lo que nos beneficiamos de un servicio totalmente volcado con nosotros.
Empezamos con una tablita de snacks: Aceitunas aliñadas, papas y pico de jamón. Excelente manera de romper el hielo, todavía más si además lo armonizas con esta tremenda manzanilla que es la Maruja Manzanilla pasada de Juan Piñero. Una manzanilla de una edad media de 20 años que apenas presenta unas semanas al año con flor y que ya tiene una graduación de 16% de volumen alcohólico. Pocos comienzos se me ocurren mejor.
Destacable resultó el servicio del pan y el buen AOVE para mojar.
Tres fueron los aperitivos a compartir:
Salmorejo emulsionado con AOVE y caballa ahumada. Un salmorejo sabroso y fino con una textura esponjosa, casi de mousse. Acompañado de la caballa ahumada que además de aportar proteínas le otorga el contrapunto salado y distinto a la compañía frecuente que constituye el jamón.
Cucharita de ajoarriero y caviar de arenque. Bien trabado y fino el ajoarriero y las huevas del arenque otorgándole sabor y el punto de sal.
Filipino de foie ibérico. Presentado en una planta. Chocolate blanco que recubre un sápido y delicado foie en forma de rosquilleta tal cual la famosa galleta que popularizó Artiach. Buena combinación que tal vez resultaría más de mi gusto un pelín menos dulce.
Estos tres aperitivos los acompañamos con CLos Lentiscus Sumoll Reserva de Familia. Un blanc de noirs espumoso del Penedés elaborado por el “método tradicional” pero sin estar amparado por la D.O. Cava. Original, ligeramente tintado, de buena intensidad aromática y gusto algo abocado y vinoso. Me agradó.
A partir de aquí pasamos a los Entrantes
Ensaladilla con muselina de lima y corte de tataki de atún. Una suave ensaladilla distinta gracias al punto cítrico de la lima y a que el atún no está integrado en la misma, sino que le acompaña en forma de atún fresco. Un punto fresco y crujiente gracias a dos ingredientes poco usuales, la cebolla encurtida y una rodaja de rábano. Me gustó esta otra ensaladilla, hay tantas y tantas versiones de este plato. Todavía seguimos con Clos Lentiscus Sumoll Rva. de Familia.
Salteado de alcachofa, boletus, acelgas y tendón con jugo de jamón. Buen equilibrio de proporciones, acertada combinación de texturas y armonía de sabores. Y para el colmo acompañado de mi tipo de vino preferido entre los generosos andaluces, en este caso del Amontillado en rama Cruz Vieja. Un amontillado desconocido para mí, de la bodega Faustino González al que ya le estoy siguiendo la pista. Un amontillado joven y elegante pero con sabor y persistencia.
Degustación de Segundos
Gallineta en all i pebre. El allí i pebre es un plato tradicional de La Albufera de Valencia (básicamente un sofrito de ajos y pimentón que espesan el guiso), pero en lugar de cocinarlo con anguila como suele ser usual, elaborado con gallineta que normalmente se prepara en “suquet”. Pescado de roca caracterizado por su gran número de espinas de las cuales aquí no hubo ni rastro. Un placer poder comer este tipo de pescados ya listos para ingerir. Acompaño al pescado el Albillo de García Viadero. Un blanco de vinos de la tierra de Castilla y León elegante, perfumado y sutil.
Carrillada de ternera glaseada con parmentier y trufa rallada. Combinación manida y recurrente pero que si está bien elaborada como fue el caso es una delicia, especialmente gracias al plus de la trufa. Armonizó la carrillada con el tinto valenciano Sentada sobre la bestia de los transgresores Filoxera y Cía. Un coupage de monastrell, tempranillo y garnacha tintorera que acompañó adecuadamente a esta melosa carne.
Manzana, avellana y jengibre confitado. Un postre fresco, nada empalagoso, muy adecuado para terminar una comida sin sensación de hartazgo. Me agradó, a pesar que yo siempre me acuerdo de mi “casi imprescindible” chocolate. Acompañó al postre el Moscatel de la Marina de Enrique Mendoza, también de un perfil fresco, auvado, flores blancas y notas amieladas. En boca no resulta nada empalagoso. Armonía por afinidad.
Julio Verne resulta una excelente recomendación, cocina contemporánea, reconocible, bien pensada, armonizada, equilibrada, bien presentada y bien servida.
Post completo ilustrado con fotos en: http://www.vinowine.es/restaurantes/julio-verne-restaurante.html