Conocí un reservado al que accedimos directamente por lo que no puedo opinar sobre el resto del local.
El servicio fue suficiente, nunca faltó y nunca se excedió.
El vino fue muy bien servido.
La insonorización del local era perfecta, se conversaba muy agradablemente.
La mesa para 6, redonda, limpia, sin cubiertos ni servilletas, solo un vaso para agua, era una imagen algo fría, sorprendente, pero muy correcta.
Los entrantes de la casa eran irrelevantes: unos cortezas, unos conos... nada que decir.
La mini ensalada con mini´hojas y mini´flores, muy buena, quizás algo sosa pero bonita.
Unos buñuelos idénticos con tres contenidos diferentes estaban buenísimos, espectaculares en su sabor, sorprendentes: unas patatas fritas con huevos mejores que las de Lucio (mucho mejores), un cocido con su pringá y una croqueta clásica pero , en ese momento, sorprendente por parecerse a lo que era, muy muy ricos.
Una gamba roja en celofán estaba muy buena, pero una gamba.
Una cuña de carne (solomillo) con otra de una especie de berenjena frita en tempera, era buena y ¡grande!, se agradecía por la cosa del hambre. Correcta pero la carne con leve "toque" de tiempo en frigorífico que altera algún borde de la pieza, nadie mas lo notó.
El postre de chocolate precioso pero irrelevante.
Junto con los "buñuelos", lo mejor de la noche, el postre consistente en un "crepe" lleno de allanaras de limón y naranja, solo la parte coloreada, grande, muy bueno y de textura nueva, sorprendente. Muy bueno.
En fin: que me gustó, me llenó y aunque eché de menos algo de "parafernalia", volvería pues hubo sorpresas y calidad. El vino elegido lo fié por alguien que no sabía y eso deslució las posibilidades, pero eso es culpa nuestra.