Excursión cultural por la ciudad de parte (20) del grupo de verano y rematamos el día con una comida de grupo pactada previamente. El día acompañó para estar en la playa.

El local es uno de los varios ubicados en paralelo mirando al mar, en la zona entre el hotel Las Arenas y el espigón del puerto, con el paseo marítimo delante. Parece que no ha habidos daños irreparables en la zona tras la visita de "Gloria" y es apropvechado por la gente que pasea a 27º al sol arriba y abajo luciendo manga corta.

Unas cervezas en la entrada y todos a la mesa. Todo pactado y todo incluido, salvo copas extras de la sobremesa. Para beber jarras de cerveza, tinto Celeste Roble 2018, aguas grandes de Lanjarón. Después de la comida cafés, cremaets y orujos o mistelas. No hubo ninguna pega en las cantidades de botellas de vino, repetir cafés, cremaets.

El local no tiene ningyna característica diferenciadora de los varios que hay en la zona que le dan un aspecto de especial dedicación al turismo de sol y playa, con mesas apretadas para aprovechar el local al máximo, sillas estrechas, copas normalitas, vajilla básica, etc. Pese a todo, aforo completo para comer.

La comida, a la que hubo que añadir sal a todo lo que se trajo a la mesa menos al café, consistió en:

. calamar de playa troceado y rebozado: perfecto de fritura, rebozado y calidad. Recomendable.

. tomate con ventresca: muy muy floja la ventresca. Prescindible.

. allipebre: ración ajustada, patatas muy cocidas, buen sabor (salvo la sal) aunque muchos hubieramos querido un poco más de "pebre".

. arroz del senyoret: ración muy abundante, punto de arroz levemente pasado de punto con un fondo algo mejorable, tropezones en número correcto pero destaca que era gamba rallada de buen tamaño y sabrosa. Me perdí la llegada de la paella.

. postre compartido: con fresas cortadas, 4 uvas grandes, panna cotta de café y trozos de tartas de arándanos, tarta de chocolate y de tiramisú. Lo que se espera de este tipo de planteamientos destacando en lo negativo la panna cotta.

. cremaet: bien hecho el primero y mal la repetición.

Buena sobremesa sin apretar para salir, incluso con repetición gratuita de orujos con un servicio en sala muy cumplidor y competente.

Nos invitaron a comer a este restaurante de la playa, uno de los pocos que no conocía de la zona.
Típico restaurante de la playa de la Malvarrosa de Valencia, en el paseo Neptuno y mirando el mar.
El local tiene el encanto del entorno de la playa, pero tanto para lo bueno como para lo malo. Masificación, turistas en bañador, niños corriendo por el local... Lo típico vamos en estas fechas y en estos locales, pero como creo que no hay nadie que no sepa dónde va, no lo puedo tampoco calificar como negativo. Esto es lo que hay, señores.
Menú pactado de antemano consistente en una ensalada bastante completa, la que en Valencia llamamos valenciana pero que es idéntica a tantas otras elaboradas en cualquier rincón del planeta. Lechuga, cebolla, tomate, maíz, zanahoria y su aliño. Buena de todos modos y un buen plato. Segundo entrante, fritada de pescado bastante rica, buen punto de fritura, sin excesos de rebozado ni de aceite. Sorprendentemente bueno todo hasta que llega el arroz de marisco... Se prepara de manera individual en una paella para los que éramos (14 personas) y se emplata "en directo". Lo malo es que el arroz estaba pasado, el sabor no era demasiado bueno, con ese puntito del sofrito requemado y el arroz empastrado.
Carta de vinos sencilla con las típicas referencias playeras low cost para turistas y copas Princesa de las de toda la vida. En este sentido deja bastante que desear para los amantes del vino.
Está claro que mis anfitriones no siguieron mis consejos para comer un buen arroz en Valencia.