En un entorno paradisíaco y con la piscifactoría (comprada por rusos) que ha dejado las truchas y se ha pasado al esturión para la producción de caviar que recientemente ha comenzado tras los 5-7 años de desarrollo de los peces. Los alrededores siguen siendo bucólicos con el río Albentosa que, dicen, viene desde los pirineos y sale a 14º fijos para pasar por las diferentes piscinas/criaderos y luego ir a juntarse con el río Mijares en una curiosa encrucijada de temperaturas del agua durante el verano especialmente.

Junto al restaurante hay también unas mesas de piedra entre la arboleda que se pueden alquilar para hacer picnic. El local es amplio con una barra a la entrada y unos comedores amplios destacando la sala con chimenea en que nos colocamos en mesa corrida con menú pactado. Mesas, sillas, cubertería, copas, servicio de vino y comida etc es básico y en parte motivado por la amplitud del grupo; no vimos carta de comidas ni bebidas por estar todo contratado con antelación, incluso hay que reservar las raciones de ternasco.

Tras un recomendable paseo en coche o andando por la piscifactoría y alrededores nos sentamos a comer:

Como aperitivo y con encargo previo se había reservado una lata de caviar de 50 grs por persona y que se acompañó de tosta de pan y una excelente mantequilla más unos chupitos de vodka Kremlin Award Gran Premium El vodka gustó bastante y el caviar se nota que estamos al principio y los peces son aún jóvenes por lo que las huevas son pequeñas aunque correctas en sabor y textura. El precio, especial para nosotros, fue de 30€ / lata.

El menú pactado con entrantes a compartir más principal y postre individual:

. morro de cerdo frito: correcto, bien de sal, poco gomoso. Al centro. Cumple.

. migas con huevo frito: algo faltas de sabor de fondo, bien fritas y perfecto el huevo. Bien.

. canelones de pollo: no me gustó la textura del canelón, muy gordo y poco cocinado con lo que desaparece el sabor del relleno. No recomendable.

. huevos revueltos con setas: bien presentado, bien integrado. Bien

. olla de frijoles: buen guiso, algo de exceso de caldo y de cocción pero muy sabroso. Bien.

. ternasco asado: un buen cordero lechal en cuarto trasero o delantero, muy bien horneado en compañía de unas patatas panaderas. Sin duda el mejor plato. Muy bien.

El principal, por ejemplo con chuletas de cordero (algo pasadas de fuego pero buena materia prima) se quedaría en 16,50€. Los que nos fuimos, previo encargo, al ternasco sube a 23,50€.

. postre: opciones de fresas, flan de café, pastel de queso... cumplidoras.

Para todo ello el vino elegido fue de lo mejor que se veía en las estanterías: como blanco un verdejo que no probé (la foto del comentario es errónea) y para los del lado oscuro Ramón Bilbao crianza 2018.

Unos buenos cafés finales, infusiones y hasta hubo cremaet básico y mucho arreglo del mundo que anda demasiado complicado.

En el precio no se incluye el extra del caviar.

Menú 15,5 €, por persona, ocho primeros y ocho segundos a elegir, no hay menú para niños a pesar de que las cuatro mesas ocupadas tenían niños. Cinco comensales, dos adultos, un niño de diez años y dos de seis. Entrante unas patatas bravas, algo crudas y sosas. Primeros; tres sopas de cocido con lluvia (pasta), insípida y sosa. Sopa de ajo, que a pesar de llevar condimento (pan, jamón y huevo), estaba igualmente insípida, pimientos del piquillo (3) rellenos de carne, aceptables. Segundos; dos de chuletas (dos de palo y una de pierna) demasiado tostadas y duras, Lomo a la plancha (3), secreto de cerdo con salsa de cerezas, muy bueno, pollo al ajillo embadurnado con un majado de ajo y perejil que no gustó a un niño y se devolvió deshuesado. Postres; dos de tarta de chocolate, dos mousses de limón y un trozo de helado de corte. Los niños querían un polo de palo y no habían. Precio 89,9 €. En el menú entraba únicamente vino y agua. Bebimos tres fantas de limón, cocacola y dos cervezas sin alcohol, todo de 20ml. A pesas de no beber ni vino ni agua, se nos cobraron todas las bebidas. La piscifactoría en estado de abandono, parece que desde 2009 a pesar de utilizarla de reclamo en la web. En general da la impresión de que les da igual que vuelvas o que no, es un sitio especial con un trato ordinario. Uno espera más profesionalidad. Decepción. Si vuelvo será para tomar una cerveza admirando el entorno y hacer tiempo para ir a otro sitio donde se "quiera" al cliente.

volviamos de visitar los pueblos de Mora de Rubielos y Rubielos de mora, aunque era pronto y nos daba tiempo a regresear a valencia a comer, decidimos para en en el restaurante la escaleruela en la caretera de Mora, muy cerca de la autovía. Habíamos pasado varias veces por este lugar pero nunca nos habiamos decidido a entrar. Quedamos sorprendidos por este enclave natural maravilloso, un complejo que inclulle un restaurante, tradicional, una piscifactoria y posibilidad de alquiler de habiataciones rurales. El restaurante con una decoracion rustica y sencilla pero confortable y acogedora, en especial el comedor de la chimenea. optamos por degustar los platos tradicionales que ofrece el restaurante, en concreto las tostadas de trufa(esquisitas), y pimientos del piquillo. De plato fuerte el cordero asado , cumplio con los requesitos de calidad exigibles, y trucha a a la escaleruela trufada(buenisima) la carta de vinos es escueta, pero compatible con el producto que se ofrece. y la atencion de los camareros correcta.
p.d: recomendable 100% para bajar la comida un paseo hasta el proximo nacimiento. unos 15 min.

Nos coincidió que íbamos de viaje y pasábamos a la hora de comer cerca de Sarrión, paraíso trufero, y dado que nos encontrábamos en plena temporada de trufa negra, decidimos parar a comer en algún restaurante de la zona.

Nos faltaba por conocer éste, así que allá que fuimos.

La Escaleruela es un lugar francamente agradable, apacible. En medio de la nada, alejado del pueblo, y a la vera del río Albentosa, se encuentra este complejo que incluye hotel, restaurante, piscina, merendero y piscifactoría.

El restaurante es totalmente rústico (es lo que toca) adecuadamente acondicionado.

Cocina tradicional turolense.

Nosotros íbamos a lo que íbamos, así que…

• Tostadas de trufa negra.
• Trucha ahumada.
• Migas con huevos trufados.
• Huevos fritos con huevos trufados con jamón.

Las cantidades de trufa eran correctas sin más, y la calidad buena. Los platos no tenían ningún encanto, aparte del de la trufa, claro. No estaban malos, pero les faltaba “chispa”.

La trucha sin embargo nos sorprendió. Se trataba de trucha asalmonada procedente de la piscifactoría comentada, al parecer ahumada artesanalmente, y resultó sabrosísima y menos grasa que el salmón.

Carta de vinos escueta, de la que seleccionamos el bilbilitano Atalaya Real 09, modesto coupage de tempranillo y garnacha. Copas malas y trato del mismo inexistente.

Había una sola camarera para toda la sala, pero nos atendió bien. Una joven espabilada, agradable y educada.

Después de comer nos dimos un delicioso paseíto por el complejo.

No nos enamoró, pero repetiremos. Volveremos para probar el ternasco asado y otras elaboraciones de la trucha, y así de paso disfrutar nuevamente de ese privilegiado paraje. Nos comentaron que, en verano, el hecho de comer en el restaurante te da derecho a darte un chapuzón en la tranquila piscina rural.