Ubicada en la antigua carretera de Cádiz a Málaga, en la inhóspita población de El Colorado, parece una venta más de las muchas que jalonan esta vía. Sin embargo, todo cambia en cuanto accedemos a su interior, decorado a la manera típica andaluza, con azulejos en las paredes, cuadros costumbristas, plantas naturales y otros motivos ornamentales, pero sin caer en el recargamiento tan habitual por estos lares. Nos acomodan en la galería acristalada que hay a la entrada, un marco realmente agradable, y mientras ojeamos la carta nos tomamos una cervecita bien fresca, que en días como hoy, con el sol pegando fuerte en la calle, es un auténtico placer. El local acaba casi llenándose, y eso que es un día laborable y que se trata de un restaurante que vive ajeno al turismo de masas que encontramos en poblaciones cercanas, como Conil o Chiclana.
La cocina de este restaurante, que cuenta con medio siglo de existencia, es de estilo regional, sustentándose en productos de gran calidad, tanto los que provienen de la cercana costa como los que proceden de la rica huerta de esta zona de Cádiz. En su amplio recetario encontramos un sin fin de elaboraciones típicas gaditanas, la mayoría difíciles de encontrar en la carta de un restaurante. En este sentido este local constituye un auténtico reservorio de platos que parecen haber quedado relegados al ámbito familiar y que aquí elaboran con maestría, especialidad que les ha proporcionado un buen número de premios. Además de esta cocina de cuchara, la Venta Melchor es un excelente lugar para degustar una de las joyas de la cocina gaditana: el atún de almadraba, de ahí que este establecimiento forme parte de la denominada Ruta del Atún, que integran varios restaurantes de Conil y su entorno.
Como aperitivo nos sirvieron una ensaladita de tomate con huevas de pescado (no recuerdo ahora cuál), que fue un buen comienzo y sirvió para avisarnos de lo que se avecinaba. Después pedimos para compartir entre 4 personas los siguientes entrantes:
- Atún escabechado con pimientos morrones (14,8€): cuando el producto es de primera una cosa tan sencilla como ésta se convierte en un delicia.
- Buñuelos de camarones (13,8€): aunque con otra presentación, recuerdan mucho a las tortillitas. Nos gustó.
- Revuelto de berenjenas y almejas (14,8€): se trata de un revuelto con el huevo a medio batir que no enmascara para nada los sabores de las almejas, de gran tamaño, ni de las berenjenas. Excelente plato.
Después cada uno pidió un segundo, que en mi caso fue, y agárrate morena:
- Garbanzos con rabo (11,8€): un placer con mayúsculas, con la legumbre mantecosa y la carne que se desprendía del hueso con la mirada. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un plato de cuchara.
- Cocido veraniego de judías (11,8€): lo pidió uno de mis amigos, pero pude probarlo y merecía la pena. Lo de veraniego no me quedó claro por qué, pues el guiso era tan contundente como el mío.
- Arroz negro con chocos (11,8€): se lo sirvieron a mi mujer y cuando me lo dio a probar pensé que era una pena no disponer de más días para poder volver otra vez y pedirme una paellera entera para mi solo.
- San Jacobo (14€): elaborado con presa ibérica y queso manchego, en nada recuerda a esas preparaciones industriales que todos conocemos. Lo pidió la mujer de mi colega y probé un trocito, que no estaba mal.
Como postres pedimos tres para compartir entre los 4 adultos y que fueron un Pudin de Coco, una Mouse de Limón y un Flan de Café. Dicho así no parece gran cosa, pero los tres estaban deliciosos. Aquí saltarse el postre es un delito.
Para beber pedimos primeramente una botella de Taberner 2007 (22€), que era la última que les quedaba, y seguidamente una de Garum 2011 (14,8€), servidos en buenas copas y a la temperatura adecuada. A destacar de su carta la oferta de vinos locales.
La visita a este restaurante ha constituido posiblemente lo mejor de estas vacaciones en materia gastronómica. Por ello, a partir de ahora forma ya parte de los fijos en Cádiz en futuras ocasiones.