Restaurante Fuente Chica en Caudete de las Fuentes
Restaurante Fuente Chica
País:
España
Provincia:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
23,70 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Lunes y Festivos
Nota de cata PRECIO MEDIO:
32 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
5.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
3.3
Comida COMIDA
5.7
Precio medio entorno ENTORNO
5.0
RCP CALIDAD-PRECIO
5.5
Opiniones de Fuente Chica
OPINIONES
4

Fui a comer con mi chica el domingo pasado para celebrar su onomástica. Elegí este restaurante porque lo conocía de hace mucho tiempo y porque en todas las ocasiones que lo visité (y fueron no menos de una docena de veces) siempre salí gratamente satisfecho después de haber disfrutado de una magnífica comida. Pues bien, cual fue mi sorpresa al enterarme de que el restaurante ha sido traspasado y en lugar de encontrarte con el afable y bonachón de Genaro y su mujer (alma mater del restaurante pues era la cocinera), ahora en cambio te encuentras con los nuevos dueños que, pásmense, se trata de una familia ecuatoriana con escasa experiencia en hostelería y total desconocimiento de la cocina manchega, reclamo principal de dicho restaurante desde sus inicios hace ya más de treinta años.
Al entrar al restaurante y ver las nuevas caras que te miran con cierto asombro desde detrás de la barra (supongo que por el hecho de identificarme como la persona que llamó el día anterior para hacer la reserva de mesa, pues como rápidamente me di cuenta al observar la escasa clientela, lo de las reservas junto con otras muchas cosas parece ser que ha pasado a mejor vida) ya te das cuenta que aquel sitio poco tiene que ver con el que uno recordaba. Miento, la verdad es que la primer cosa que me hizo pensar que algo no iba bien fue la llamada de teléfono para hacer la reserva pues contestó la llamada una chica joven con claro acento latino (luego descubrí que era la camarera que nos atendió) que contestó al teléfono con un sonoro "Siiiiii?" , sin identificar el nombre del Restaurante por el que responde dicho número de teléfono y haciendo una contestación más propia de un teléfono móvil personal que de un número de empresa. Evidentemente mis temores no eran infundados y se confirmaron la mayor parte de mis sospechas.
Lo único que queda del maravilloso restaurante que fue es su ubicación, el nombre, la decoración del comedor (aunque con algunos pequeños cambios a peor) y la distribución de las mesas. A partir de aquí todo es diferente a lo anterior y la caída en cuanto a la calidad se percibe ya en los manteles de papel que han sustituido a los de tela para vestir las mesas, lo sigues percibiendo en las infames servilletas de papel a juego con el nuevo mantel, así como en la paupérrima cristalería, más propia de un bareto batallero que de cualquier restaurante de nivel medio. La cristalería, por cierto, además de ser totalmente inadecuada para un correcto servicio del vino por su reducido tamaño y escasa calidad, presentaba unos defectos inadmisibles. Mi copa estaba más rayada que la moto de Marc Márquez, víctima de miles de usos con sus miles de pasadas por el lavavajillas, y en lugar de dormir el sueño de los justos que es donde debería estar la siguen sacando a los clientes hasta que un día no dé más de sí y se rompa definitivamente. En fin lamentable.
Por lo que respecta al servicio este fue de pena. Dos jovencitos, casi adolescentes, sin la más mínima noción elemental de como se atiende en sala. Primer fallo, la chica que nos atiende al ser preguntada por los ingredientes de un plato se queda totalmente en blanco y con cierta cara de "panoli" balbucea una incoherente explicación que pone bien a las claras que no tiene ni puñetera idea de lo que está vendiendo (en este caso sus platos de la carta). Segundo fallo y éste todavía más grave que el anterior: el chaval que nos trae el vino (hermano de la anterior) demuestra un desconocimiento supino de todo aquello que huela a enología cometiendo dos fallos seguidos (en menos de un par de minutos) y a mi entender imperdonables. 1. Al descorchar la botella se le rompe el tapón, quedándose medio corcho dentro del cuello que sólo consigue sacar después de dos intentos más. 2. Cuando por fin logra descorchar la botella seguidamente pasaba a volverla a tapar de nuevo con el medio corcho que le quedaba, a lo que le tuve que decir yo que el vino mejor no taparlo para que se airee un poco, mirándome con cierta sorpresa ante tan "extraña" petición por mi parte. En fin, ver para creer.
En cuanto a la carta, los cambios y la reducción de variedad y calidad se observan ya con sólo tenerla en las manos, ya que a la reducción y empeoramiento del formato le sigue una clara disminución en el número de platos y la variedad de los mismos. Y lo peor de todo, al menos para mi, es que se ha abandonado definitivamente la cocina de raíces manchegas que tanto éxito le dio a este sitio y de la que apenas quedan unas pocas muestras claramente desdibujadas, desnaturalizadas y vilmente alteradas que sólo son una mala copia de aquellos maravillosos platos de antaño. Platos que durante años fueron "santo y seña" de aquel lugar como su famoso gazpacho manchego, han desaparecido de la carta y los que todavía se mantienen como su "morteruelo" (otrora merecedor de todos los elogios), su "ajoarriero" y su "rabo de toro" se parecen tanto a sus antepasados como un huevo a una castaña.
Visto lo visto opté por arriesgar lo mínimo y por ello nos decantamos por platos de fácil elaboración. Si que tuve un arrebato de valentía y me decidí a probar el nuevo "morteruelo a la ecuatoriana" pero la camarera me dijo que hoy no habían hecho (les recuerdo que era domingo y festividad del Pilar para que juzguen ustedes mismos lo inadecuado de la respuesta). Una respuesta similar obtuve cuando pregunté si tenían carne a la brasa (pues no menos de cuatro platos de la carta incluían dicha forma de cocinado) y la camarera me dice que como sólo hay una cocinera no puede estar también pendiente de las brasas. Flipante. Recuerdo que las brasas eran uno de los principales reclamos de los anteriores dueños permaneciendo siempre encendidas, de día y de noche, en invierno y en verano. Así pues pedimos una ensalada de perdiz (otro de los platos que bordaban los anteriores dueños) que resultó ser una ensalada normalita tirando a floja, con unos tomates que no sabían a nada (ya saben los típicos tomates de pera de Mercadona que no valen ni para rayar pero son imbatibles por su baratísimo precio) y a la qué solo los trozos de perdiz (de bote, por supuesto) le daban algo de sabor y gracia. El plato respondía al estrambótico nombre de "Ensalada de perdiz con salsa de cristal", al preguntarle a la camarera por la susodicha "salsa de cristal" (si, esta fue la pregunta del millón) entró en un galimatías tremendo diciendo que llevaba mayonesa, mostaza, aceite de oliva, aceite de girasol, etc. Cuando realmente no existía tal salsa y se trataba sólo del aliño tradicional de crema de Módena, aceite de oliva (quiero pensar que sería AOVE aunque no pondría la mano en el fuego) y sal.
Así pues los platos que pedimos fueron: entrecote de ternera al roquefort y solomillo de ternera a la pimienta. Nuevamente otro fallo más, se acerca la camarera y me dice que no les queda más salsa a la pimienta a lo que tendrá que ser al Roquefort. Acepto el cambio pero no me deja de sorprender que en un restaurante donde sólo estábamos cuatro mesas a las primeras de cambio se les vayan terminando las existencias. Además, ni que decir tiene que la salsa era obviamente de sobre pues de casera tenía lo mismo que yo de astronauta.
A fe de ser sincero diré que la carne estaba mucho más tierna de lo que esperaba (seguramente el anterior dueño les ha pasado también su agenda de proveedores de carne) aunque la guarnición de patatas fritas y medio pimiento verde (por cierto algo crudo) era más propia de los platos combinados de restaurante de polígono que de un restaurante que se precie. Y en cuanto a la salsa, dicho ya que era claramente de sobre, resultaba agradable de sabor pero fallaba estrepitosamente de textura pues había quedado demasiado líquida al no haber sido trabajada a conciencia y terminaba diluida en el plato.
Capítulo aparte merece el pan, pues hacía mucho tiempo que no comía uno tan malo. Se trataba de un pan, al parecer por su tamaño y anchura de tipo "baguette" de muy baja calidad y que además se presentaba claramente como de haber sido congelado y descongelado (quizás incluso varias veces) como demostraba el echo que se desmenuzaba en miles de trozos irregulares con solo mirarlo. Desde luego nada que ver con el maravilloso pan tostado a la brasa que te sacaban allí antaño.
Los postres fueron una cuajada y un arroz con leche caseros que no estaban mal pero que tampoco dejarán honda huella en mi memoria. Nuevamente no pude evitar recordar los maravillosos postres que esta casa ofrecía hace tiempo donde destacaban su maravillosa "tarta de chocolate" o su "flan de higos".
Respecto al vino, la verdad es que fue algo lamentable. Su carta, como ya pasaba con los anteriores dueños, se basa exclusivamente en los vinos de la comarca, es decir vinos de la DO "Utiel-Requena" como no podía ser de otra manera al encontrarse el restaurante en tierra de tantos y tan buenos caldos. Pues bien, en una carta no muy extensa, de no más de 20 referencias entre blancos, tintos y rosados, resulta que sólo disponían de un reserva, dos crianzas y otros dos blancos. Si quieres lo tomas y si no..... Así pues nos decantamos por un "Marmitón" crianza de 2012 ya que no tenían el reserva, que resultó bueno pero que no estaba a la temperatura adecuada de servicio, ni fue servido correctamente como señalé anteriormente.
terminamos la comida con dos cafés cortados. No nos invitaron al consabido chupito que los anteriores dueños tenían por costumbre y nos trajeron la cuenta que resultó de 61,20 euros. Me pareció una muy mala RCP y creo que los precios no se corresponden en absoluto con la calidad de la comida y el servicio que recibes. Parece ser que estos nuevos dueños lo único que han mantenido del viejo restaurante son los precios pero bajando la calidad a niveles increíbles.
La verdad es que salí de allí con un sentimiento de nostalgia y añoranza por los buenos y grandes momentos que viví en su día en ese restaurante (uno de mis preferidos) y acordándome de aquella frase popular que dice que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Los nuevos dueños, o se ponen rápido las pilas y aprenden un oficio difícil y sacrificado como es el de llevar un restaurante y vuelven a retomar las señas de identidad que un día hicieron de este restaurante uno de los más importantes de comida manchega de toda la comarca o no les auguro una larga trayectoria. No creo equivocarme si digo que estos nuevos dueños no llegan al nuevo año con este negocio.

Como decía mi abuela que era una persona sabia “si la cosa funciona, para que cambiar”, y eso es precisamente una de las reglas importantes cuando de comer muy bien se trata sin grandes alardes. Este año como el anterior y desde que empezó la veda de caza, cada 15 días seguimos parando a degustar la diversidad de platos autóctonos y otras excelencias culinarias que elabora con buenas materias primas Josefina (dueña y alma mater de la cocina). Sin ella seguramente no seria lo mismo, así que vamos alternando platos según la carta y por supuesto la recomendación con acierto que nos hace su hija Beatriz que es la responsable de la sala.
A fecha de hoy hemos degustado, entre otros, la muy buena ensalada templada de perdiz, por supuesto el magnifico gazpacho manchego, un delicioso rabo de toro, una extraordinaria paletilla de cordero al horno con verduras y patatas, un más que notable arroz al horno casero, unas deliciosas manitas de cerdo, un excelente pastel de verduras (berenjenas y espinacas), y recientemente un fantástico potaje con el añadido (revuelto) de ajo aceite, no faltando las chuletitas de lechal ni el entrecot a la brasa.
Debo resaltar que al poco tiempo de mi anterior valoración, ya disponían de copas más acordes para el vino. La bodega sigue invariable, vinos blancos y tintos de la zona Utiel-Requena.
Los postres muy notables, siguen siendo bondadosos y de elaboración casera.
El personal sigue en su tónica habitual, atento, amable y de trato familiar, haciéndonos sentir tanto Jesús, José Luís y la propiedad como en nuestra propia casa.
Los precios resultan bastante comedidos para la calidad y cantidad que ofrecen, oscilando entre los 24 y 30 € por comensal en nuestras últimas visitas, contando con refrescos inicialmente, dos entrantes, dos platos fuertes, botella de vino y cafés.
Seguiremos disfrutando de los orgasmos gastronómicos de Josefina mientras la crisis nos lo permita.

Venimos parando a comer en nuestro regreso los días de caza ya varios meses, pero no hemos descubierto este lugar donde se come muy bien actualmente, ya que antes de entrar en funcionamiento la A3, la nacional pasaba por la misma puerta, con lo cual hace más de 25 años que conocemos el local y lo hemos disfrutado a lo largo de los años, si bien por aquel entonces lo regentaban los padres de los actuales propietarios.
Poco ó nada ha cambiado la decoración del local en el transcurso de estos años, pero afortunadamente su cocina tampoco lo ha hecho, lo cual ya es un reclamo importante para seguir disfrutando de la misma, tanto en los fríos días de invierno como en su tranquila terraza en verano.
En esta ocasión éramos dos comensales y lo primero que tomamos fueron unos refrescos, acompañados por el detalle de la casa (siempre lo suelen tener). Al haber pasado bastante frío durante toda la mañana, nos decidimos por un plato caliente y consistente como el gazpacho manchego (9€ cada uno), fantástico de sabor y textura, con la carne presumo que de caza desmigada y su correspondiente torta troceada. Para segundo y al disponer todo el año de brasa, pedimos unas chuletas de cordero (8€ cada uno) que fueron acompañadas de patatas a lo pobre; igualmente muy bien la carne y con el agradable sabor que le proporciona la brasa.
Como postre tomamos una tarta de chocolate (5€) y una tarta de tiramisú (4€); ambas de elaboración casera y correctas raciones, terminando con dos cafés.
El pan que nos sirvieron típico de la zona, redondo y con aceite por encima.
En cuanto a la bodega, recuerdo que hace bastantes años disponían de una amplia selección con distintas D.O., si bien actualmente solo se centran en referencias, tanto en rosados, blancos como tintos de la zona Utiel-Requena. Tomamos una botella de Vera de Estenas crianza 2008 (11.50€). Las copas para el vino simplemente no existen y la vajilla así como la cubertería resulta normal, con cambio de cubiertos en función de lo que se pida. Las mesas sin mucho espacio, correctamente presentadas.
El personal sin ser profesional, resulta especialmente amable y atento, con un trato familiar en todo momento y una cocina que funciona muy rápida.
Un local donde hemos, y seguimos comiendo muy bien, con una carta bastante amplia en cuanto a comidas y buenas especialidades, principalmente de cuchara, horno y brasa, que por supuesto seguiremos disfrutando a futuro, pero sin esperar florituras...eso sí, buena comida que es lo que se busca.

Somos dos y llegamos al restaurante a las tres menos cinco. Preguntamos si tienen mesa y nos dice que sí. No hay ningún otro comensal en el comedor y pedimos sentarnos junto a la ventana en una mesa puesta para cuatro comensales. Nos dicen que no, ofrecen una mesa de dos frente a la cocina. Una vez mas sigo sin entender como se asigna la mesa en el mundo de la restauración (y si algún profesional del foro me explica la lógica de estas decisiones se lo agradecería). Ni que decir tiene que a las 16:30 cuando terminamos la comida seguíamos siendo los únicos comensales en la sala.
Lógicamente la nota para el servicio será mala, sin embargo la comida es aceptable, incluso ciertos platos destacan por encima de la media.
Pedimos al centro ensaladilla rusa muy rica (en su justa proporción la patata, verduras y atún), un queso curado con aceite de romero exquisito y un surtido de ibéricos muy malo, como esos que venden en el super envasados al vacío. Sin embargo y como último entrante una excelente ensalada con lechuga, rucola, cebolla caramelizada y perdiz todo ello regado con una suave vinagreta (plato de notable muy alto).
De segundo pedimos judías con perdiz y judías con chorizo, tiernas pero con poco sabor. Sin embargo el listón sube con los postres caseros, flan de higos y sobre todo una excelente tarta borracha de galletas y chocolate negro (según el camarero cobertura de chocolates Valor). Mi único "pero" es que la ración era pequeña pues hubiese tomado el doble.
Respecto al tema vinos se centran en los de Utiel-Requena aunque no ponen mucho cuidado en el tema. Como sólo algunos estaban en cava escogí directamente de la nevera. Un crianza biológica de Bodegas Iranzo 2006 (del mismo pueblo a 500 mts del restaurante). Para mi gusto muy plano, sin carácter aunque cierto es que a unos razonables 10,50.-euros. Nulo servicio del vino, con copas y menaje de batalla.
Terminamos con cafés (malos) y un malta.
En resumen, los platos guisados por ellos merece la pena. Los ibéricos suben la cuenta y no aportan nada. Si lo valoramos como restaurante es regular pero como casa de comidas de carretera está bien.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar