Makatzeta parece ir alcanzando progresivamente un gran nivel gastronómico y contextual . El espacio crece, la terraza se amplia y faltan elementos claves como la bodega. El lugar espléndido , el entorno más que espléndido. El menú del viernes fue excelente, amplio y rico . Digamos, simplificando , que fue un menú de asador precedido de cocina creativa o más sofisticada. A la chuleta mercenaria , el besugo y el deslumbrante txipirón brasa le precedieron dos magníficos tartares, uno de atún y otro de chuleta que nos impresionó. Tuvimos ajo blanco de percebe( un plato que me fascina, complejo con sabores y texturas), el cangrejo azul las gambas con caviar. Las tartas de queso y el fluido de pistacho complementó un gran menú que trataba de encajar con una cata a ciegas de varios vinos que Ismael organizó con maestría y sirvió en un set de copas realmente bello e impresionante. Una gran comida y un gran restaurante. Ah..y en la terraza ..al solete las inigualables croquetas de carabinero y cigala..una pasada¡¡

Un honor comentar este restaurante tras ver el comentario anterior..vuelveee, diría, que lo hacías muy bien¡¡. En fín , a lo principal, nuevo Makatzeta. Nuevo proyecto de altos vuelos que esperamos triunfe, Está en ciernes, faltan cosas por lo que nos cuentan que lo completará y mejorará. Acaba de ser inaugurado, pero los objetivos y retos son de altos vuelos. Marco incomparable, aquí se eleva el mítico Makatzeta, conocido por tantos. Poco ha cambiado de su antigua estructura. El magnífico caserío persiste , prácticamente intacto,. Irá cambiando poco a poco. Espacio, luz, madera y piedra, después llegará el cristal. Ismael , tras Nerua, inicia aquí una nueva etapa con la cocina de Oier. Trae su estilo y sus 500 referencias en la carta de vinos, con esto ya parece suficiente. La cocina , notable , de producto, bien hecha. Carnes, pescados, magníficos entrantes clásicos y excelsas croquetas de cigala, carabineros y de callos, a la altura de las del Echaurren. Ajo blanco de percebes. Notas de cocina de altura sobre platos de brasa con gran producto. El entorno incomparable, Ismael también ,...Les deseamos lo mejor.

Se trata de un caserio precioso enclavado en el mitologico valle de Atxondo (donde el silencio se oye), una zona de la geografia vasca llena de misticismo, que habla de brujas y seres mitologicos. El restaurante es sencillo, decorado de una manera elegante al estilo rustico tradicional, sin sobrecargas. Se encuentra al borde de la carretera, frente a una coqueta ermita, en las faldas del Amboto. Ni siquiera tiene un cartel anunciador, ni nombre a la entrada, lo que nos hace pensar que parece que queremos preservarlo sin multitudes. Merece la pena. La comida es sencilla, tradicional, materia primas, con buena RCP. La carta de vinos apropiada, algo corta, quizas, bien de precios. Las copas Schott. Los postres lo mejor, innovadores, mezcla de texturas, temperaturas y sabores. Una delicia. Apropiado para ir con niños, por la tranquilidad que se respira y el trato familiar. Despues de comer un paseo por la via verde que pasa por delante del restaurante o adentrarse en una de los accesos al Amboto. Opciones mas que agradables para un dia encantador, tanto entre el misterio de la niebla o con la calidez del sol, disfrutar del verde de uno de los mas preciosos enclaves vizcainos, y de la piedra caliza del mitico Amboto.