falló lamentablemente en el plato principal.

Me decidí por este restaurante dado los comentarios favorables anteriores.

Restaurante en un edificio histórico (Palacio Garvey). Llama la atención la decoración muy moderna de la sala, con el suelo y las sillas rojas, mientras las mesas y paredes blancas inmaculadas. Buena iluminación, resultando hasta acogedor. Música ambiental sin molestar.

La carta muy, muy corta, con clara vocación por la nueva cocina, bastante innovadora, de mercado y basada en los productos de la tierra. Tienen un menú degustación pero se sirve solo con previa reserva (una lástima).

Atención en sala llevada por un jefe de sala/sumiller/camarero, bastante atento.

Cena para 1 persona:

Detalles de la casa como:
- Cóctel de maracuyá, vino de jerez y zumo de naranja (muy refrescante)
- Aceite
- Patatas fritas de bolsa con salsa romescu

Entrantes:

- Témpura de espárragos verdes: Muy bien hechos, al dente, sin grasa de más. Se sirven acompañados de salsa, muy suave, de romescu.
- 2 x mini-hamburguesas de rabo de toro con tomate confitado: Muy originales y sabrosas. Se piden por unidades.

Maridé ambos platos con fino Tío Pepe.

Segundo:

- Serranito de presa ibérica hecha lentamente con puré de pimientos verdes: Dura y seca. Se quedó enterita, aunque mostraron interés y me dieron la opción de cambiarlo por otro plato. La verdad es que los pescados de la carta eran de pisci y las otras carnes eran o solomillo de cerdo o la cansina carrillera al oloroso, por lo que pedí directamente un postre. He de decir que no me lo cobraron.

Postre:

- Deconstrucción de tarta de queso: Una mouse de queso muy cremosa con migas de galleta y una especie de confitura de frambuesa. Me gustó.

En cuanto al vino, la carta deja bastante que desear. Corta y bastante convencional. Insufiente para las pretensiones del local. Precios x 2. Mejor tomar vinos de la zona por copas.

Precio total: 29.20€ (incluido pan y servicio a 1.50€, 2 copas de Tío Pepe, un oloroso Alfonso y una botella de 1/2l de agua a 1.25€).

Nota: En el precio que marco por persona incluyo los 15€ que hubiera costado la cena en el caso de haber cobrado el segundo plato.

Bonito restaurante, amplio, espacioso, luminoso (pese a ser interior), decorado en blanco y rojo. Muy buena separación entre las mesas, mesas amplias. Cristaleria schott. Disponen de un menu de mediodia a buen precio 14 más IVA aunque sin poder elegir. Comimos lentejas, plato tradicional con el sabor de siempre, muy buenas aunque algo escasas (soy muy "lentejero") y una merluza fresquisima a la plancha con verduritas al vapor, excelente. El postre mousse de chocolate con compota de manzana que no me gustó porque en vez de conjugar el dulzor del chocolate con la acidez de la manzana lo que hacían era darse de tortas y ganaba la manzana...
La carta de vinos fue lo peor,comercial, cara,corta, uniforme... sin embargo el servicio del vino fue muy bueno. Elejimos un Protos blanco por 15 euros.
En resumen buen ambiente, buena comida pero falla la carta de vino.

Es curioso encontrarte un restaurante con decoración típica de los años 60-70 (muchos lunares con colores muy llamativos -rojo-) en un hotel con cierto aspecto exterior de corte clásico. El espacio es amplio y confortable. Carta de platos no muy amplia pero interesante con algunas propuestas realmente novedosas. El menú de degustación sólo se puede servir antes de las 22:00. Lo peor, la carta de vinos, bastante corta y con recursos muy limitados (y algunos muy caros, como es el caso de los espumosos).

Local amplio, diáfano, moderno y funcional. Mesas con buena separación y presentación. Cómodo y silencioso. Quizá algo impersonal, pero con atractivo.

Cocina de temporada y autor, bien resuelta, con guiños a la modernidad bien entendida y sin perder una inspiración tradicional andaluza. Tomamos un menú degustación (35 €) de siete platos con buena regularidad, sabrosos y perfectamente orquestados. Postres finos y delicados. Buen tratamiento tanto de pescados como de carnes. Destacable.

Carta de vinos algo irregular, a una excelente lista de vinos tradicionales andaluces tanto por copas como por botellas le añade una lista de tintos y blancos nacionales que no sorprende y que resulta algo cara. Las copas son de buena calidad y los vinos están bien servidos. Tomamos un maridaje de vinos jerezanos que resultó ideal con el menú. Servicio de mesas esmerado y sin cometer errores.

Una sorpresa este local ya que ofrece un plus de distinción y refinamiento sobre la oferta habitual jerezana y lo hace sin estridencias y con calidad. Me ha gustado mucho y creo que es un local más que recomendable y con buena RCP.

En el precioso entorno del Hotel Palacio Garvey podemos disfrutar de una oferta de cocina creativa muy alejada del tipico tapeo que se ofrece en Jerez. Un joven chef ofrece un menú degustación y platos de cocina creativa de mucho interés. El principal problema es la carta de vinos, con una oferta limitada y estereotipada, especialmente en el apartado de blancos y espumosos. Al final optamos por un Enate 234 que era de los pocos blancos que tenian un pase y a un precio aceptable, una lástima. Deberia mejorar mucho en ese apartado. La cocina y el entorno, no obstante, invitan a darle más oportunidades en próximas visitas a Jerez.