Restaurante Ikea en Vitoria - Gasteiz
Restaurante Ikea
País:
España
Provincia:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
60,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingo noche y lunes noche y del 9 de agosto al 3 de septiembre.
Nota de cata PRECIO MEDIO:
73 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.6
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.3
Comida COMIDA
7.8
Precio medio entorno ENTORNO
8.2
RCP CALIDAD-PRECIO
6.7
Helado de queso
Lomo de lubina
Ensalada de bogavante
Opiniones de Ikea
OPINIONES
9

De nuevo aquí , 6 años después¡¡¡. Disfruntando y pensando que todo puede mejorar cuando hay potencia. Solicitamos un menú ajustado, somos muchos , en un garn comedor aparte. a mi me gusta el estilo de este restaurante, su infantilidad decorativa, la madera, me resulta cálido , casi entrañable y vital. La comida es gustosa, se guisa, hay esfuerzo culinario , más que creativo. Y me gusta...las alcachofas con foie y salsa de Oporto, desvirtualiza en parte a las alcachofas , pero el conjunto , me gusta. Carpaccio de gambas, lubina exquisita, fresca y cocinada sobre una base de patata y pimientos, una carne y un postre de helado con frutos rojos, total 50 euros, no está mal. El servicio uhmmmm, puede mejorar , pueden sí , si quieren claro¡¡¡. En definitiva un sitio exrompedor,  ya no lo es , con tendencia a la elegancia gastronómica y vocación hacia el guiso

Hacía más de una década que no visitaba este emblemático restaurante vitoriano. Desde entonces el antiguo caserón donde se ubica ha sido totalmente renovado y durante algún año ha llegado incluso a ostentar una estrella Michelín. Muchas han sido las ocasiones en las que he estado a punto de volver, pero al final siempre la balanza se acababa inclinando hacia otras opciones. Ha tenido que ser una cena de compañeros de trabajo la que, finalmente, me ha llevado de nuevo a visitarlo.

Nada más flanquear su entrada nos encontramos una amplia zona climatizada dedicada al vino. Mientras esperamos a que nos reciban nos dedicamos a echar una ojeada a las botellas más cercanas allí expuestas: Haut Brion, Cheval Blanc, Alain Graillot, Clos Rougeard, GR 890... ("joder, aquí con pasta tiene uno cosas para entretenerse" me digo). En esas estamos cuando aparece una simpática camarera que nos recibe como si fuésemos clientes de toda la vida y nos conduce a uno de los comedores. La sala, como todo el establecimiento en su conjunto, es un espacio de líneas modernas que tiene la madera como elemento principal y que resulta sumamente acogedor. Las mesas son amplias, muy bien vestidas y con buena vajilla y coperío. Una vez acomodados se encarga de atendernos Javier, que ejerce también de sumiller, quien nos presenta la carta. Apenas la miramos, pues tenemos claro que venimos a disfrutar del menú degustación (60€), una propuesta que cambian con frecuencia y que en esta ocasión consistió en los siguientes platos:

- CARPACCIO DE GAMBA DE HUELVA CON VINAGRETA TRICOLOR
- TARRO DE GUACAMOLE AHUMADA CON ENSALADILLA DE CARABINEROS Y MAÍZ
- PIZZA DE BONITO, CEREZAS, ANTXOA Y MOSTAZA DE VIOLETAS
- LENGUADO RELLENO DE MEJILLÓN, SALSA DE CAVA Y ENOKIS CRUJIENTES
- TACO DE BUEY CON PATATA RATTÉ Y CONFITURA DE PIMIENTO ROJO
- ESPUMA DE AMARETTO CON HELADO DE GALLETA Y VIRUTAS DE OREO
- CERVEZA Y CHOCOLATE

El buen nivel en general de lo servido habla bien a las claras de la categoría que tiene la cocina de este local, dirigida desde hace muchos años por Iñaki Moya. Destacamos el carpaccio, la pizza, el lenguado y la espuma de amaretto, los platos con los que más disfrutamos y que merecían sobradamente un notable alto. Por contra, el segundo postre, una atrevida combinación de cerveza y chocolate, no terminó de convencernos a ninguno de los cuatro.

En el capítulo del vino cuentan con una amplia oferta que incluye bastantes referencias de interés y a precios moderados. Sin duda su carta es una de las mejores de Vitoria, ciudad cuya hostelería no destaca precisamente por su apartado vinícola. La elección de los vinos quedó en manos del sumiller, al que le marcamos como presupuesto 30€ por persona. Su propuesta, que contó con nuestra aprobación, fue la siguiente:

- PERRIER-JOUET GRAND BRUT
- NEUDORF SAUVIGNON BLANC 2010
- LES AMIS VIGNERONS D´ANNE CLAUDE L. CHENIN BLANC 2008
- SAXENBURG PRIVATE SHIRAZ 2004
- LA FLEUR DE BOÜARD 2001
- DISZNÓKÓ TOKAJI ASZÚ 4 PUTTONYOS 2006

Huelga decir que todos ellos fueron perfectamente presentados, servidos en buenas copas y con servicio de llenado incluido. Los dos tintos tuvieron buena aceptación, estando además en un momento idóneo para su disfrute. En el capítulo de blancos, en cambio, hubo división de opiniones, si bien todos coincidimos en que el sauvignon era de lejos el más flojito. En cualquier caso, las 6 botellas servidas quedaron vacías.

Terminamos la cena con unos cafés y con una animada charla con el sumiller, que estuvo en todo momento pendiente de nosotros y con el que medio acordamos una nueva visita a medio plazo destinada a disfrutar de los vinos viejos con los que cuenta la bodega.

En resumen, muy buena experiencia. Pagamos alrededor de 100€ por cabeza, pero desde luego creemos que mereció la pena. Si valoramos en conjunto la cocina, la bodega y las instalaciones podemos decir que posiblemente se trata del mejor restaurante de la capital alavesa. Local totalmente recomendable, por tanto.

Aunque uno es alavés, le pilla un tanto lejos la capital y además con noches como la de hoy, un tanto "frescas", como que da un poco más de pereza. Pero hay que animarse y allá que nos vamos.
Un paseo obligado por el casco viejo y su animada concurrencia para después acercarnos al Sagartoki, hemos estado varias veces y no habíamos probado su famosa tortilla.
Un José Pariente muy rico y un pintxo de la renombrada tortilla.
Pues qué queréis que os diga, congelar las patatas, por mucho arte que tengas no me parece buena idea. Esa textura que se les queda a mi como que no me termina de convencer. Jugosa, de mala nada pero...
Así que nos dirigimos al Ikea, un restaurante al que le teníamos ganas. El local es muy bonito, original. La decoración en madera, con unas lámparas color naranja en forma de crustáceos que dan una iluminación exacta, ni mucho, ni poco.
Mesas de tamaño correcto, no son grandes pero no te quedas con sensación de necesitar más espacio.
Buena mantelería, buena vajilla y buen coperío.
El servicio muy correcto, serio y muy atentos en todo momento.
Además de la carta, ofrecen dos menús, uno más corto y el otro largo.
En principio pensamos en pedir el largo pero pregunto pues me parece un pelín exagerado para una cena.
Con acierto el chef me recomienda pedir un tercero que está a medio camino entre el uno y el otro.
Te ofrecen varios panecillos variados y hemos pedido de pasas y de cereales, no dudan en ofrecerte más en cuanto te quedas sin él. Muy ricos todos ellos, como recién horneados.
Entrantes
Unos palitos de pan con crema de queso sin más, ricos, para empezar el vino.
Una especie de espuma con crema de hongos muy rico, de esos que te comerías otro sin pensarlo, sabroso. Con unos trozos de pan tostado muy apetecibles.
Crema de verduras servida en una copita, muy líquida, para beber sin heramientas. Una rica crema de verduras.
Empezamos con el menú en cuestión:
Ensalada de bogavante azul con frutos rojos, mezclun y emulsión de su coral estupenda ensalada, los frutos rojos le daban un toque original, bogavante sin tacañeos, buena ración y jugoso, la carne en su punto exacto. Muy rica.
Fusión de alcachofas, foie y espárragos trigueros otra estupenda ración que no parecía a simple vista. A mi no me ha hecho demasiada gracia pero no por estar mala, no. No soy muy "alcachofero".
Lomo de lubina con marmitako negro y caldo cítrico de acelgas un pedazo generoso de un pescado que al natural debía de tener un tamaño considerable. Exacto el punto de cocción, la piel crujiente, ni media espina. La salsa negra de las de untar pan. Un plato muy conseguido, la verdad.
Carrilleras de ibéricos con chalotas glaseadas mira que no soy yo de las cosas demasiado hechas pero en el caso de esta carne sí prefiero un pelín más cocidas. Una textura a la que no estoy acostumbrado, a medida que iba comiendo me ha ido gustando más.
Es una ración también de buen tamaño y ya vamos teniendo el buche lleno y se nota.
Helado de queso con infusión de frutos rojos exquisito, un postre de recordar. Suave el sabor a queso, muy natural el caldo de frutos rojos, sin sabores artificiales. Refrescante a más no poder, de una cantidad que te parece excesiva en un principio pero te lo terminas sin problema alguno. Si tuviera que quedarme por obligación con un plato del menú, sería éste, sin dudarlo.
Un par de trufas, dos bombones de chocolate blanco y un par de tejas como acompañamiento de un muy rico cortao y de un Don PX de 2008 cosa curiosa, era mi preferido pero después de ir probando me parece excesivamente empalagoso, me quedo con Px más "serios".
En el menú entra un crianza pero he solicitado el cambio y me han sacado un Quintaluna verdejo 2011 no lo había probado nunca. Nariz muy frutal, muy característica del verdejo, en boca es muy fresco y con una acidez marcada pero sabroso, se deja beber, si duda.
De los que te gusta mantener en boca y con un postgusto prolongado.
Buena bodega tanto en carta como en los estantes que tienen en la entrada a la vista. Buena cantidad de todas las variedades.
Pues realmente me alegro de la visita, merece la pena.

  • Helado de queso

    Helado de queso

  • Lomo de lubina

    Lomo de lubina

  • Ensalada de bogavante

    Ensalada de bogavante

Dejó hace más de un año la gerencia del restaurante José Ramón Berriozabal, el chef que llevó al Ikea de Vitoria a conseguir su primera estrella Michelin tras una dilatada historia. La estrella llegó por sorpresa, sin ser buscada, pero le fue retirada tras la marcha de Berriozabal (quien más tarde, lamentablemente, falleció) a pesar de que se quedaba de capitán en los fogones quien había sido su mano derecha, Iñaki Moya. La Michelin castigó de forma cautelar al Ikea, pero su cocina bien merece que le vuelva a ser concedida, cosa que ojalá ocurra este otoño.
El entorno, rediseñado por Javier Mariscal, es un gran atractivo de este fantástico restaurante de Vitoria, una dirección imprescindible junto con Zaldiaran o Arkupe, representantes de la gran cocina de la ciudad. Buen servicio de vino, interesante carta con el lógico predominio de Riojas pero buenas referencias de Priorato, Montsant y otras DOC menos habituales; y presencia también algunas joyas a precios astronómicos, Pingus y similares.
La variedad de menús, desde 50 euros, invita a ponerse en manos de los cocineros, habitualmente con buen resultado. Cambian la carta al menos dos veces al año. Imaginativos entrantes con productos clásicos y segundos sin menos aventuras, con buena materia prima buien acompañada que garantiza el disfrute. El postre no desmerece.

Comenzando por sus cualidades, debo decir que la atención prestada fue magnífica, personalizada , atenta, adapatada y con deseos de hacernos disfrutar. La misma persona que nos atendió( me hubiera gustado recordar su nombre), realizó un servicio y exposición del vino excelente. Las condiciones físicas tan particulares y personales, son idóneas para desarrollar un gran restaurante. Sin embargo, la cocina está pendiente de desarrollo , consolidación o recuperación de recientes glorias. Sin encontrar nada realmente reseñable, muestra un nivel general muy justito, rozando cierta monotonía y sin transmitir entusiasmo e ilusión suficiente( a mi entender particular, claro). Esperemos que lleguen mejores tiempos, el lugar y su historia lo merecen.

El restaurante IKEA, es un antiguo y elegante caserón situado en pleno corazón de Vitoria-Gasteiz, muy cerca del Parque de la Florida.
Definido por el creador de su interiorismo, Javier Mariscal, como “un bosque mágico para una cocina realista”, su decoración intenta recrear el significado del nombre del restaurante en vasco “pequeña colina”, combinando piedras de granito y caliza, mezcladas con troncos de roble y materiales sin pulir y cientos de listones de madera desordenados en el techo, de los que cuelgan lámparas con forma de simpáticos cangrejos, creadas también por él. Todo ello, mezclado con una luz cálida, crea un ambiente sumamente acogedor.
Su cocina, capitaneada por el chef José Ramón Berriozabal, al igual que su decoración, mezcla lo tradicional con lo innovador de la gastronomía vasca, con la ayuda de la buena calidad de las materias primas de la zona.
Así, nuestra comida comenzó con un aperitivo de piel de bacalao crujiente (riquísimo), 2 entrantes: anchoas del cantábrico (muy buenas, desde la experiencia de considerarnos catadoras de anchoa) y verduras en tempura con cangrejo sobre ajoblanco de pistachos (curioso y agradable al paladar). Como plato principal, cordero deshuesado (le damos un 10). De postre, mojito sin alcohol deconstruida (uno de los mejores postres que hemos probado). Presentación muy cuidada en todos los platos.
Bodega con gran variedad de vinos.
Precio acorde con la comida y la categoría del restaurante.
Todo esto, aderezado con un excelente servicio en sala, muy correcto y atento a la vez que agradable, sin resultar incómodo, hizo que nos lleváramos un muy buen sabor de boca (hemos de decir que, para nosotras, la valoración de un restaurante siempre se verá afectada inevitablemente por la valoración de su servicio).

Estuvimos cenando entresemana. El local es un caserón con una decoración muy cálida y bien insonorizado. Nos decantamos por el menú degustación a 75 € con bodega incluida. Tomamos 3 aperitivos, dos entrantes, carne, pescado y postre. Tras los aperitivos empezamos con una ensalada de bogavante azul con vinagreta de su coral (bien)y continuó con alcachofas salteadas con foie y reducción de px (bien). El pescado fue rape con pisto (correcto) y terminamos con paletilla de cordero con puré de plátano y canela (muy acertado). El postre fue un surtido de postres tradicionales.
El servicio del vino correcto. Bebimos dos copas de cava con el aperitivo y un crianza rioja que nos recomendaron que ahora no recuerdo. La atención del personal de sala muy buena.

Siendo la primera visita es difícil valorar adecuasamente, pero en lineas generales nos gustó el ambiente, la atención y la calidad de la materia prima.

Por lo que tengo entendido este restaurante se ha redescubierto a sí mismo. Decoración a cargo de Mariscal, con unos cangrejos peculiares que cuelgan del techo que sirven de iluminación. Servicio atento, profesional. Me invitaron a un menu degustación. Notable en general. Primeros un poco insipidos en cuanto a la potencia de los sabores incluso siendo de cosas que dberian haber expresado mas sabor. Un primero de crema en vasito con un taco de atun, un entrante que era a base de cus cus, bacalao y judiitas verdes muy bien presentado algo pobre en sabor, impresionante el ravioli de carbineros con salsa de espinacas y jugo del coral del carabinero, sobresaliente alto este plato. Rape rico, carne standar bien presentada y hecha al gusto. Postre ok aceptable. Carta de vinos magnifica en numero de posibilidades, de alguno la añada un poco antigua pero se denota una dedicación a la bodega muy buena. Por cierto, en este punto comentar simplemente que contratsa esta intensa dedicacion al vino con una copas desde mi punto de vista un poco peculiares, quizas otras mas asepticas y standard dan mas posibilidades a mas vinos.
Bebimos, Gramona Rose de entrada, Aalto 2005, Amaren Graciano y San Vicente. Cafe rico. Tomamos un Gin Tonic muy agradable la sobremesa, acabamos con un Bollinger por si habiamos bebido poco. Salimos de alli casi a las 7 de la tarde. Aguantaron como campeones.

De primero, unas almejas; buena materia prima, bien.
Después un salpicón de marisco que estaba bueno pero le faltaba algo: un plato insípido.
Después una de bombón de bacalao que estaba muy bueno.
De carne, un taco de buey (en su punto) con diferentes tipos de sal(de aceituna, maldon..) para echar el que quisieras (bonito detalle).
Y por último, el postre: Unas tostadas riquisimas elaboradas de forma tradicional.
Para poder repetir.

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