En una callejuela en todo lo alto del casco histórico de uno de los pueblos más bonitos de España y del mundo entero, Albarracín.
Un hotelito rústico con cierto encanto y trato familiar y muy muy cordial.
Son dos o tres plantas más la planta calle, en la que hay un restaurante muy majo y dónde se sirven los desayunos.
Habitaciones austeras, las que había en ese antiguo edificio, respetando sus elementos originales, y con pocas pinceladas decorativas.
Correcto el baño y la ducha.
Aconsejable.
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