En una callejuela del casco antiguo de la maravillosa ciudad de Tarazona. Zona concurrida, comercial.
Se trata de un hostal, que ocupa íntegramente un antiguo edificio rehabilitado y que mantiene elementos y aire original. Tiene ascensor y como no hay servicio continuado de portería/recepción (lo que es un poco latoso porque si llegas tarde, o a horas de comer, no puedes hacer el check-in) han implementado un sistema de acceso consistente en la lectura de huella digital.
Muy "recogidico" el hostal, con saborcillo. Habitaciones modestas pero confortables, con buena cama, servicio y tv.
Desayuno básico, café, zumo, tostadas y bizcocho casero.
Gente encantadora.
Merece la pena el viaje: mudéjar por todos lados, barrio judío delicioso, preciosa catedral recién abierta tras 30 años de restauración, plaza de toros vieja (monumento histórico que hoy ya no es coso, es patio de vecinos), garnacha a tuti plen, tapeo delicioso por el casco, un par de buenos restaurantes, BUENA GENTE... ¡lo tiene todo!
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