Una anécdota en Viena

Estábamos en Viena y vimos un restarante de cierta fama, y nos propusimos celebrar "algo", así que nos dirigimos todos a ese sitio, entramos, había gente, pero distaba mucho de estar llenos, diría que solo 1/3 de la cabida, más o menos, eran ya más de las nueve y media, o sea, que para los horarios que rigen estas capitales dudo mucho que s ehubiera llenado, pedimos mesa para media docena de comensales, adultos, eso si, íbamos vestidos de viaje, yo misma no iba muy elegante, he de reconocerlo, primero porque cada vez me aburre más vestirme elegante, me da pereza, a mi si me dejaran iría siempre bien sencillita, la ropa me aburre de manera somera, mi padre nunca en su vida ha vestido elegante, mi marido, iba con botas evidentemente, todos íbamos con botas...
nos miraron de arriba a abajo y nos dijeron que sin reserva no podíamos comer!!!!...ummmm!!!!
no pasa nada, el derecho de admisión es sagrado, reconozco que la gente sentada parecía muy elegante.
Eso si, nos marchamos a otro restaurante con menos humos y nos dejamos una factura de 800 euros, aunque no nos hubiera importado gastarnos 1500 o 2000, entre los seis, en fin!!!
¿Realmente, en los tiempos que corren, es eso habitual?
En fin, las apariencias siempre mandan, vaya, hay que ir con el papel de la cuenta corriente enganchada en la cabeza...mi hermana dijo que se sentía como la chica de pretty woman jajaja.
En fin , una anécdota.
¿Sería posible una situación parecida en España, en qué restaurantes?