Unas bodegas que enamoraron a Hemingway y al rey Alfonso XIII

Los vinos Bordón tienen más de un siglo de historia

Un día de julio de 1923 Ernest Hemingway cruzó la frontera y se plantó en Pamplona, a tiempo para los Sanfermines. Se quedó tan encantado con los encierros y el ambiente, que volvió en 1924 y en 1925, puesto que era un amante de las emociones fuertes, de vivir siempre al límite. Se quedó encantando con los encierros y el ambiente, y de aquello, que le marcó increíblemente, salió su primer gran libro, The sun also rises, traducido como Fiesta, que revisó su gran amigo Scott Fitzgerald.

La de 1956 fue otra de sus varias visitas a La Rioja. Acudió a Logroño, y también para ver torear a su adorado Antonio Ordónez, abuelo del también torero Francisco Rivera Ordoñez.

Para sacarle el máximo jugo a su estancia en tierras riojanas, decidió conocer las Bodegas Franco-Españolas, a orillas del Ebro, que ya por aquel entonces contaban con más de medio siglo de vida, fundadas en 1890, y con los vinos estrella que Hemingway cataría en aquel momento; el Diamante, el Royal y el Rioja Bordón. Vinos que por aquel entonces ya contaban con una trayectoria, que se mantiene y ha ido mejorando a lo largo de los años.

Fue una unión entre Francia y España lo que las hizo nacer, de la mano de Frederick Anglade Saurat, originario de Burdeos, que vio en La Rioja un lugar ideal para recuperar un negocio que en su país se había visto muy afectado por la terrible filoxera. De hecho, cuando la plaga llegó a España, las Bodegas Franco-Españolas fueron pioneras en usar las mejores técnicas para proteger sus vides.
 

Un año después del nacimiento de las bodegas, llegó la primera vendimia y surgieron los vinos Diamante y Estilo Borgoña, que actualmente se llama Bordón. Esa no ha sido la única evolución, también la propiedad de las bodegas ha cambiado, pasando a ser totalmente española en los años 20 del siglo pasado. Por aquel entonces su notoriedad ya era grande y había atraído a personajes tan ilustres como el Rey Alfonso XIII.

Pero todavía quedaban por llegar muchas otras oportunidades. El fin de la Ley Seca en EEUU en 1933 fue una de ellas. Eso le permitió a las Bodegas Franco-Españolas impulsar las exportaciones de sus vinos y conseguir llevarlos a Nueva York y mejorar su presencia en grandes ciudades europeas, además de en Caracas, Buenos Aires y La Habana. De hecho, su excelente calidad fue reconocida oficialmente en 2013, con el premio ‘The Best of’ de Turismo Enológico en la categoría de Experiencias Innovadoras.
 

Y siguen innovando, ahora con Borja Eguizábal al frente, la tercera generación de la familia Eguizábal como propietarios de la bodega. Bajo su dirección, en 2017, se relanzó el Rioja Bordón, que se convirtió en Bordón, siguiendo un nuevo concepto que se define como Descaradamente clásico que se aplica a toda la variedad de vinos que las bodegas ofrecen bajo ese nombre, desde el blanco al rosado, pasando por los reserva y gran reserva. Una calidad vitícola que se combina con la de la oferta de ocio y cultura de las Bodegas Franco-Españolas, con talleres, catas y actividades que también se pueden disfrutar en familia.
 

Porque en esas bodegas riojanas históricas, y especialmente a través de su vino Bordón, se entiende a la perfección una de las célebres frases de Hemingway:

“El vino es una de las cosas más civilizadas en el mundo y una de las más naturales del mundo, que ha sido traída para ser la mayor perfección y ofrece un amplio rango para el disfrute y la apreciación, más que, probablemente, ninguna otra cosa puramente sensorial”.