iamvino

Diario de un sumiller #8 antes de la noche

17:51 Del hotel a mi casa Estaba andando hacía mi casa con paso firme. Los acontecimientos del día pasándome por la cabeza: Cómo había conocido a Hanna, la conversación por la mañana en la mesa antes del servicio,  las llamadas de los proveedores, el servicio caótico, el jefe colérico,  Josef el torpe; todo me hizo alucinar de mala manera. La única salvación era Atena. La mesa divina. El mozo aquel, yo le tendría que haber anulado desde el principio. ¿Por qué no le mandé a la mierda? Mientras estaba soñando con Atena, me acordé que tenía que llamarle, y bastante urgente. Justo en este momento me sonó, en modo vibración, el móvil. Lo cogí y vi un número extraño, no era Atena. Descolgé “Si digame” “Hola Mario soy yo” me dijo una voz femenina, tosiendo, casi asfixiada. Colgó. No reconocí ésa voz, no tenía ni flowers quién podría ser, Atena seguro que no. El número era diferente y la voz no tenía la armonía y el encanto que tenía Atena. Otra vez me sonó el móvil, la pantalla mostró un número diferente que la vez anterior. Contesté y una voz ronca me contestó “Hola Sr. Mario! Soy Jon Mateo.” “Hola Sr. Mateo. ¿Nos conocemos?” “Hombre! Tú no sé si te acuerdas de mí, pero nosotros de ti, nos acordaremos durante muchísimo tiempo. Soy uno de los hombres que estaba en la mesa con mis muchos compañeros disfrutando un Pingus 1997 y luego un Oporto. Todos estábamos en traje. ¡Qué comida más memorable!" “Me alegro muchísimo Sr. Mateo.” Le dije realmente emocionado. Recordé que yo estaba poco por la mesa, todo el trabajo lo hizo Josef, yo un mero observador. “Tengo una propuesta interesante que me gustaría hacerte. ¿Cuando nos podemos ver?” ¿Propuesta, Qué tipo de propuesta? Estos tíos eran todopoderosos y muy serios. Alguno u otro tenía un aire de arrogancia, pero nada desproporcionada. Lo importante era la seriedad y parecían buenas personas. No recuerdo que alguien hubiese aplaudido un sumiller en un restaurante con tanto entusiasmo. Sería estúpido por mi parte no aceptar por lo menos verme con este señor. “Sr. Mateo, ¿Qué le parece mañana por la mañana sobre las 10 en el café del hotel Giorgi, en la calle Esperanza 15?” “Perfecto. Nos vemos allí, a las 10. Gracias Mario, creo que te va a encantar la propuesta que te haré” Ya estaba delante del portal de mi piso. Colgé, estaba pensativo, no creyéndome la conversación, ni el día, ni nada de nada… 18:06 en mi casa Ya duchado, medio dormido y completamente en pelotas, me acordé de Atena. ¡Atena! Le tenía que llamar. Busqué el móvil y marqué el número escrito en la tarjeta de visita que tenía a mano. Tardó en conectarse y su móvil sonó varias veces sin que cogiera la llamada. Dejé el teléfono en un lado junto con la tarjeta y me puse unos calzoncillos. Acto seguido: me tumbé en el sofá mientras puse mi video favorito; Entre Copas. No sé cuántas veces la había visto, pero me encantó. Mientras Miles predicaba a Jack de que el Chateau Petrus se tenía que tratar con respeto, me caí en un profundo sueño. 18:51 todavía en mi casa Me despertó justo cuando había una escena sexual entre Jack y Stephanie. En aquel momento Sandra Oh no me excita nada y el actor Church aún menos, decidí apaguar la tele, el DVD, todavía medio dormido. Me fui al baño, me lavé la cara, encendí la máquina de Nespresso, intentando a sentirme como George Clooney, por lo menos durante cinco minutos. Me quedaba una hora más o menos para distraerme y volver al restaurante. Me tomé el café Ristretto con leche templada y una cuchara de azúcar Moscovado, el más puro que hay, o por lo menos dicen. Disfrutando el café con Diana Krall a toda pastilla en mi pequeño piso, ví como mi móvil vibraba. Salté con toda mi fuerza, bajando la música con el mando y corriendo a la vez hacía el móvil al otro lado de sala. Lo cogí y descolgué sin mirar el número. “Hola Mario. ¿Cómo estás mi chico?” “¿Hola? Perdona, pero no sé quién eres.” Dije mintiendo, mientras rebobiné la escena amorosa de la película. “Soy yo” “¿Quíen?” Pregunté yo, insistiendo, con mi atención en la pantalla del televisor. “Atena, Mario” yo estaba fingiendo, pero algo en su voz me causó una sensación de indefensa que apoderó el cuerpo amargamente, con matices de almíbar. Mis rodillas cedieron, casi me caí y para salvarme me tenía que sentar. “Atena…¿Qué tal?” “No tengo mucho tiempo. Tengo que verte lo antes posible” su voz ya no era tan seductiva, más bien nerviosa y agobiada. Parecía que algo malo le estaba pasando y yo tenía la llave para solucionarlo. “Pero, pero, pero…¿qué es lo que quieres de mí?” ahora yo me pusé nervioso “Necesito verte en persona para explicártelo, sólo te adelanto que necesito tu ayuda.¿ Trabajas esta noche?” “Si trabajo. ¿Qué tipo de ayuda necesitas?” “No puedo hablar más Mario. Esta noche te llamaré al restaurante o vengo a buscarte. Te explicaré todo. Te lo prometo. Adíos mi chico” me colgó y me dejó con una sensación intranquila. No entendí la llamada. No entendí por qué me había escogido a mí. No había mos intercambiado muchas palabras. Sólo le había servido a ella y al mozo un poco de vino y nos gustamos físicamente. ¿Adiós mi chico, qué quería decir? Intenté relajarme con otro Nespresso un poco más ligero, un Volluto. El efecto sin embargo fue el contrario. Entre Hanna, el Sr. Mateo, Atena y el servicio de noche mi cuerpo y la mente no aguantaron la presión. La intención de sentirme como George Clooney duró poco, más bien me parecía como un cagado y asi me fui con toda prisa al lavabo, a hacer aguas mayores.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar