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Diario de un sumiller #13

11:42 Touché Chef Me escondí detrás de la puerta, la luz todavía encendida. Los pasos se acercaban con fuerza. ¿Qué podía hacer yo? Pensé, mi corazón batiendo el ritmo frenético de tambores africanos. Si fuera uno de estos gangsters, yo tendría un problema, mi única arma, mi sacacorchos de Screwpull. El cuchillo podría hacerle daño a cualquiera, pero con una pistola no podría competir. A través del hueco que dejó la puerta media abierta, justo por encima de la bisagra, ví la aparición de un una bota de cuero negro. Si no era un hombre, tenía pinta de ser una mujer fuerte, por lo menos calzaba 45. Esa persona era grande. Entró al cuarto para inspeccionar los cuerpos. Era mi oportunidad. Salté, grité con toda mi fuerza y con los dos brazos pegué la nuca de este hombre con botas de cuero. El cuerpo cayó con fuerza y creí haber oído romper algún hueso al descender al suelo. Las otras personas en el cuarto se quedaron inmutadas. El hombre estaba K.O. totalmente, boca abajo. Le dí la vuelta con el pie como si tratara de un animal. La cara con los ojos cerrados. Era el Chef. ¡Ése cabrón! 11:48 Sangre en la cocina Salí corriendo del laberinto hacía la cocina. Cuando entré, cerré la puerta. Los mozos me miraban de forma extraña con caras preocupadas. Justo en este momento entró Hanna. Me miró, sorprendida de verme. “Hola Hanna” “Oh Mario. ¿Qué tal?” “Si te digo la verdad Hanna, me alegro de que no me hayas tirado anoche. Eres una puta. Una traidora y que tú y tu novio gordo que te acabas de follar, hace nada, vayan a pudrir en el mismísimo infierno. Te vas a ir a la mierda” Hanna asustada sabía que todo el plan estaba estropeado. Se echó a correr, pero uno de los mozos más listos de la cocina, le dío una patada en la pierna derecha que hizo que se cayera de forma espantosa con la cabeza, chocando contra una nevera de acero inoxidable. Su cabeza sangraba sin cesar. Les dije a los chicos que la detuvieran en la cocina. Yo estaba tan furioso que casi me daba igual si ayudaran a Hanna o no. Ahora tenía que llamar a Atena. 11:55 Atena, dulce Atena “Atena” “¿Mario?” “He encontrado a tu familia.” “¿Están bien? “Si Atena. Un poco sedados, pero bien. No hay tiempo Atena. Tenemos que actuar rápidos” “¿Por qué?” “Tu familia está aquí. El Chef y la novia, la puta, están inconscientes en el restaurante. Acabo de dejarlos allí. ¿Llamas a la policía o qué?" “No Mario. Es demasiado peligroso. No te preocupes. Tengo una idea. Dentro de poco estaré” Me colgó. No tenía otra opción, que hacerle caso a ella.  Me fui a la cocina de nuevo. 12:03 Teamwork Hablando con los mozos, ví que tenían todo controlado. Entendían en la situación en la cual nos encontramos. Hanna sangrando y todavía estaba inconsciente. Nos organizamos y la llevamos a una de las salas que estaba vacante dentro del laberinto. Decidimos que lo mejor sería atarla y al Chef. Los mozos disfrutaban de esta tarea. Le ataron como se tratara de un trozo de carne. Pero ésta carne estaba infectada. Intentamos sacar los cuerpos sedados, los miembros de la familia de Atena a otra sala para asegurar mejor su estado. No disponíamos de mucho tiempo. El jefe no contestaba las llamadas de su teléfono y teníamos que  abrir el restaurante sin el Chef y sin un ayudante sumiller. Como cantó Freddy Mercury: THE SHOW MUST GO ON (EL SHOW debe continuar) y ahora el chiringuito era nuestra responsabilidad. 12:23 Improvisación No sabíamos nada ni de Atena, ni del jefe.  A las 13h teníamos que abrir el restaurante si o si. Comimos unos bocatas de muerto que nos preparó Yousef, seguramente el más hábil de la cocina y hablamos entre acordamos que teníamos que hacer lo mejor posible bajo unas circunstancias adversas. De forma democrática entre los 5, elegimos a Yousef como Chef y Manolito de su ayudante. Los otros dos estaban dispuestos a intercambiar tareas y también si hiciera falta echar una mano en la sala. El maitre tenía libre hoy. Nuestro plan estaba a punto de ponerse en marcha 12:53 La Sala En la sala todo estaba preparado. Menos mal que mucho del trabajo necesario, ya lo había hecho yo y Joe, de la cocina no tenía que hacer gran cosa para ponerla a punto. Cubiertos, platos, manteles y copas estaban impecables. El suelo y la maqueta tan limpias que podías comerlas. 13:01 Repaso Un último repaso por el laberinto y los cuartos para ver cómo estaban todos y empezamos a preparar el día. Yousef había ido a inspeccionar el terreno. El chef estaba tranquilo y Hanna con la cabeza vendada y también dormida. La familia de Atena sedado todavía. 13:15 Los primeros clientes del día Manolito y yo dimos la bienvenida a los primeros clientes. Una mesa de cinco, 2 hombres y 3 mujeres. Dos de ellos tenían una pinta un poco extraña, no parecían ser ellos mismos y la otra persona me sonó de haberle visto anteriormente en el restaurante algún día.. “Buenas tardes señores y señoras” todos me contestaron replicando mi saludo “¿Les apetece algún aperitivo mientras les dejo con las cartas?” “Danos una botella de Joseph Phelps, de la mejor añada por favor” “Si señor” le contesté. ¿Joseph Phelps? Este tío estuve hace unos días aquí. El día que conocí a Atena. Claro, era el hombre que acompañaba a Atena aquel día. ¿Ese cabrón, por qué estaba aquí otra vez? No me gustó nada. El tipo tenía pinta de ser peligroso. Todavía no sabía qué plan tenía Atena, pero me tenía que fiar. Me fui de la sala en busca del vino mientras los clientes ojeaban la carta. 13:21 La Bodega La última vez que pisaba la bodega era por la mañana antes de escuchar la conversación con Hanna y el Gordo y me parecía ver más stock de lo normal. Habían ocho o nueve cajas de vino que no me sonaban para nada. Chateau Petrus de 1982 y de 1989, Lafitte Rotschild de 1979 y 1985 dos cajas de 6 de cada y el resto Joseph Phelps y Robert Mondavi, todo mezclado en cajas mixtas. No me acordé de haberlo pedido ni que fuera necesario para nosotros. Cogí una botella de Joseph Phelps para que lo probaran los señores. 13:26 Clientes falsificados Abrí la botella y dejé probar el vino a los dos hombres, dejándoles el corcho en un plato a parte. Normalmente lo probaba yo antes de hacer esta parte del ritual, pero me dijeron que lo querían probar ellos. No estaban muy impresionados, pero no era mi problema. Si el vino no tiene algún defecto, en este restaurante lo pagaba el cliente. “Este vino es una falsificación” dijo el hombre, con un tono de voz serio y preocupado “¿Está seguro señor?” “Si. Conozco la bodega y la familia personalmente. Soy crítico de vino, activo en Estados Unidos. Antes de que se conociera a Robert Parker yo ya ejercía el oficio. Ese vino no es de Joseph Phelps.” Me disculpé, contemplando de lo que podría haber pasado. Volví a la bodega, y cogí una botella de Petrus 1982, una añada impresionante. Si fuera tan bueno este señor, sabríamos si era auténtica la botella esa. Subí, abría la botella delante de la mesa, saltándome todo protocolo de la Escuela de Sumilleres, incluso tirando la capsula en el suelo. Le serví el vino al señor. Primero lo miró, durante un tiempo olió la copa ante unos espectadores inquietos, un sorbo, inspirando aire con la lengua, catando el vino. “Este vino tampoco es real. ¿Tiene algo que no esté falsificado?” esa pregunta no me gustó mucho y tampoco a dos de los comensales que se levantaron bruscamente. “Aquí no hay falsificaciones” dijo la mujer poniéndose de pie, con voz de hombre “¡No! Aquí hay lo que nosotros digamos. Y si tienes que escribir críticas buenas, lo vas a hacer. Sean vinos, restaurantes o lo que sea.” El otro hombre ahora también de pie, sacó una pistola. La mujer a su lado, sacó la peluca morena y se reveló. Un hombre, un macho de mucho cuidado. Ahora me sonaba la otra cara también. Uno de los multimillonarios el día que hicieron una oferta al jefe. 13:41 Manos arriba, viene un coche Todos teníamos las manos arriba. El crítico con su mujer y una amiga y yo. Menos mal que Manolito no estaba aquí, pensaba yo. El plan de los mafiosos cada vez más claro: querían sacar provecho del crítico para escribir buenos reportajes del restaurante y de los vinos falsificados para que la gente viniera aquí a consumir y a gastar. Comprar el restaurante servía como punto de distribución para los vinos y también un lugar para esconder a prisioneros y a la vez ganar mucho dinero. La ubicación céntrica era ideal para ellos. Nadie sospechara que pudiera tratarse de una operación tan sofisticada.  Mientras todo me pasaba por la cabeza por la ventana grande ví un coche acercarse a toda velocidad directamente a la puerta de la entrada del restaurante. Me lancé al suelo. El coche creó un ruido que dejó en ridiculo cualquier pelicula americana de acción, haciendo pedazos de la puerta y todas las ventanas. Los comensales y los pistoleros cayeron al suelo.

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