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Diario de un sumiller #12

01:35 HANNA “Mario, ten cuidado y si encuentras a mi familia es importante que no les dejes salir. Cada día hay alguien de la banda que inspecciona el lugar donde está escondida. Mucho cuidado” Ahora sonó mi móvil. Me levanté del sofá en bolas y fui a coger el móvil. En la pantalla apareció “HANNA AMOR”. ¡Ostras! Me fui al baño para que no me escuchara  Atena. Descolgé “Hola Hanna” “Mario. ¿Dónde estás?” “Eh.. en casa” “He esperado tu llamada y porque no me has contestado, he venido aquí ti, estoy abajo.¿ me abres?” “Eh…déjame unos minutos para vestirme, es que…eh.. me he quedado dormido. Ahora bajo” ¡Madre mía, más líos! Me fui corriendo, todavía en bolas a la sala de estar. “¡Atena! Tienes que irte y ya” “¿Por qué ahora mismo?” “Porque viene una amiga a verme” “¿Quieres decir tu novia no? Y a mí me pides cuentas por mi marido que nos estamos divorciando. ¡Hombres, sois todos iguales!” Enfadada se vistió rápido y estaba a punto de salir por la puerta cuando la paré y fui a besarla apasionadamente. “Lo siento. Pero te ayudaré” Se fue. Yo todavía me tenía que vestir y apartar las copas para no levantar sospechas cuando llegara Hanna. Espero que Atena no saliera del edificio a la vista de Hanna. A estas horas de la mañana, no había mucha gente que saliera por los edificios. De momento no quisiera que Hanna sospechara nada entre la Diva y yo. 1:43 Dormido Ya estaba todo listo en mi piso, copas en el lavavajillas  y ningún rastro de una visita a mi piso de nadie. Por el interfono hablé con Hanna para que entrase. En dos minutos estaba en mi piso. Abrí la puerta y sonreí a Hanna que esta mañana estaba especialmente preciosa. “Hola Mario” “Hola Hanna” “Mario, te he echado de menos” “Yo también a ti” le contesté, mintiendo a medias. Fui a la nevera para coger la botella de Cristal que fingí haber abierto hace un día. Puse unas copas limpias en la mesa y los dos nos sentamos en el sofá. Yo estaba muerto y realmente no tenía muchas ganas de nada. Hanna lo entendió. Después de intercambiar un par de besos y tres frases de cariño, junto con algo de champagne, me quedé frito en el mismo sofá 10:03 LA MAÑANA SIGUIENTE Cuando abrí los ojos olía a pan tostado, mermelada de fresa , aceite de oliva y embutido fresco. En medio de olores agradables sonaba la radio, Cuarenta Principales, con una canción de Beyoncé.  No era el mejor maridaje, ¿pero a quién importa? Estaba dormido y no sabía qué estaba pasando. “Buenos días Mario” me gritó una voz del otro lado de mi piso. Me dí la vuelta y ví a una sonriente Hanna preparando el desayuno. “Hola. Buenos días cariño” le dije con voz ronca “Venga chico. Levántate y disfruta este día tan esplendido. No hay mucho tiempo, nos deberíamos ir. Date un poco de prisa.” “Ya lo sé, pero déjame que me despierta un poco” dije repasando un poco el desarrollo de los eventos de los últimos días. Fui a la mesa de la cocina y disfruté el desayuno que me había preparado Hanna. Nos reímos un poco, una dispersión antes de afrontar un día importante. Me duché y fuimos los dos al restaurante juntos. 11:01 En el restaurante Entre al restaurante con Hanna. Ella se fue directamente a la cocina. Yo buscaba el Chef, no quería perder más tiempo. El Chef estaba de compras con lo cual no podía hablar con el. Decidí echar un vistazo por todo el restaurante yo mismo para buscar la familia secuestrada de Atena. Entre en una sala, tras otra. Busqué puertas escondidas, paredes falsas o algún rastro de hechos extraños. No encontré absolutamente nada que me costó casi media hora. Estaba cansado todavía. No sabía qué hacer. Hoy sería un día bastante light, o eso esperaba. Decidí sentarme detrás de la barra en el comedor y tomarme una cerveza de trigo alemana. Allí me senté en el suelo acompañado con esta cerveza tan fresca, con gusto a levaduras malteadas y notas torrefactas. 11:04 El Chef con Hanna Mientras estaba sentado, soñando con Atena y el futuro de mi vida, oí la puerta principal abrir. Estaba a punto de levantarme cuando escuché no una, pero dos voces familiares. El Chef entraba con Hanna. “¿Qué Hanna? Te tiraste a Mario anoche?” “No. El tío estaba tan cansado y tan flojo que no tenía ganas. Creo que había estado con esa puta antes” “¿O sea poniéndote los cuernos no? Qué tio. ¡ja, ja, ja! Ya sabes lo que tienes que hacer con él” “¿Y la familia de la puta, qué hacemos con ella?” “Ya sabes que no tenemos que hacer nada, hasta que Don Mateo nos diga algo. Allí por detrás de la cocina, en la sala secreta, estarán bien” “¿Has atado bien las cuerdas de todos estos asquerosos, mi amor?” “Claro que sí Hanna” “¿Cuando nos pagarán para todo lo que estamos haciendo?” “No lo sé chica. Nos darán un pastón cuando el trabajo se acabe. A ver si el jefe decide vender ya el restaurante. Cuando pase eso, todo irá sobre ruedas” "Amor." "¿Que pasa?" "Tengo ganas de estar contigo" "¿Ahora?" "Si. Ahora. ¿Nos vamos a una sala en un momento?" "¡Vamos!" Yo escuchando atentamente, me costaba aguantarme. Tenía ganas de vomitar, de gritar, de matar, todo menos hablar con Hanna. ¿Qué es lo que estaba pasando? Me querían hacer desaparecer y recibir mucha pasta. Todo por la maldita pasta. ¿Y Hanna? Tenía la sensación que no era Atena sino ella quien era la prostituta. Me sentí utilizado. Me mintió y todo por un puñado de Euros. Y lo que más me molestó era que estaba liado con el Chef. el tio más feo y gordo del planeta ¡Qué asco! Mis pensamientos, las sensaciones y mis sentimientos se estaban entremezclando de mala manera. No me sentía bien. Mientras Hanna estaba tonteando con el Chef y se iban a una sala, recordé como el Chef había fornicado a otra de la misma forma. ¡Qué cabrón! De un minuto para otro recuperé la serenidad y la consciencia. Puse manos a la obra. 11:16 En la cocina Yendo para la cocina, vi algunos ayudantes con caras extrañas mientras yo buscaba una sala escondida. Mirando para un lado y otro no me imaginaba donde podía estar. Detrás de los fuegos había una pared blanca, de pintura recién pintada. La pared midió como mínimo cinco metros de largo. Justo en la esquina habían mesas de de acero inoxidable, para preparar la comida.  El tono de blanco era ligeramente más claro que en el resto de la cocina. ¿Podría ser la sala secreta? Cogí un cucharón y empecé a golpear la pared. El sonido me recordaba a pladur del piso de un amigo en Andalucía. ¡Que sí! Era la sala escondida. Buscaba la entrada mientras los ayudantes me miraban como si estuviera loco. Algo de razón tenían. Eché un vistazo a lo largo de la pared por las mesas de preparación de acero inoxidable. Ví que una de las piezas de la mesa, no estaba juntada bien con las demás. Sobresalía hacía arriba y tenía muchas huellas, señal que muchas personas lo habían tocado. Levanté la pieza y de forma automática se me abrió una puerta de la nada delante de mí. Entré. Los ayudantes, curiosos, tenían ganas de descubrir lo que había y entraron conmigo. 11:22 El laberinto Entré en un laberinto. Un pasillo oscuro, sorprendentemente limpio, de unos ocho metros de largo. A cada lado habían dos puertas que me imaginó eran unas habitaciones. Me fui por la primera a mi izquierda. Estaba cerrada con llave. A unos dos metros más adelante, otra puerta. También estaba cerrado con llave. Más adelante la tercera. Abrí la puerta y ví un montón de maletas de varias marcas descansando en el suelo. Me pusé de rodillas y subí la tapa de la primera maleta, azul oscuro que encontré. Habían pantalones varios, vaqueros y por debajo unos jerséis. Saqué uno por uno para ver que había en el fondo. Los ayudantes de cocina mirando como curiosos pasajeros. Había una hoja de cartón reforzado al fondo de esta maleta que costaba sacar. Estaba tapando algo. Decidí romperla con fuerza y encontré bolsas de basura llena de billetes de 100€. ¡Madre mía! Blanqueo de dinero. Me levanté para ver si podría encontrar la familia de Atena. Deberían estar en el siguiente cuarto. Les dije a los ayudantes que volvieran a sus puestos de trabajo y que me cerrasen la entrada por si acaso. Obedecieron mientras yo busqué el otro cuarto. 11:31 Sólo ante el peligro El Chef y Hanna no deberían tardar mucho en entrar a la cocina, tenía que actuar rápido. La entrada al laberinto estaba cerrada, por lo menos en teoría y tenía que encontrar la familia de Atena. Procedí al siguiente cuarto. La puerta estaba abierta, el olor nada agradable: a cerrado, polvo, humedad y tierra sucia. Encendí la luz y vi cuatro cuerpos repartidos por el cuarto. Cada uno inmóvil. ¿Estaban muertos? Toqué uno de los cuerpos con el pie, nada. Me fui al otro y cuando lo toqué se movió ligeramente. Estaba boca abajo, lo giré y ví la cara de un hombre de unos 30 años, asustada pero muy dormido, débil. La boca estaba tapada, manos y pies atados con cuerda, tal y como había explicado Hanna al Chef. El cansancio de la cara no parecía normal, seguro que estaba drogado o algo para que no escaparan o hicieran ruido. Detrás de ellos, botellas de agua vacías y platos sucios de la última vez que comieron. Ahora tenía que decidir qué hacer para librarlos. Atena me dijo que no entrara, pero la tentación era demasiado. Mi cabeza una vez más sacaba humo y mientras tanto escuchaba pasos por el pasillo. Qué hacer?

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