El restaurante con factor x

Sentado estoy, en la mesa con 3 amigos. Nos traen las cartas, hablamos de los platos que queremos elegir. Vuelve la camarera, le cantamos nuestros deseos. Viene el sumiller, hablamos del vino y dado que habíamos elegido el menú de degustación y maridaje, nos ponemos en sus manos para saborear sus recomendaciones expertas. Llega el vino que está servido justo después de los platos. El servicio es muy correcto, nos sonríen y nos explican los platos y cómo han sido elaborados. La explicación es muy formal y muy detallado y nos hace salivar. Los platos no decepcionan, el vino promete. El local donde estamos está muy limpio, el mantel, los cubiertos, las copas, todo muy en orden. Salimos del restaurante y nos miramos mutuamente, preguntándonos si nos ha gustado. Todos afirman que sí. No hay nadie que pueda decir algo negativo de nuestra experiencia en el restaurante, pero tampoco ninguno de nosotros que alucine de la velada. Aunque todo estaba más que correcto, había algo que nos faltó ¿Qué era? Algo que nos haga soñar y enamorarnos del local, el Chef y todo el personal. El Factor X. Con tanta elección de restaurantes y tanta competencia, el restaurante hoy en día, no sólo tiene que ser bueno en lo que hace. No sólo tiene que tener una buena selección de vinos y no sólo tiene que tener una buena oferta gastronómica. El personal no sólo tiene que ser amable. Todo eso es el mínimo que exige el comensal y lo encuentra en cada rincón de una ciudad o pueblo. El restaurante tiene que buscar la excelencia, sorprender y personalizar la experiencia. Los clientes tienen que salir del establecimiento con ganas de contarlo a amigos y familiares para repetir. Cada restaurante deber buscar el Factor X, su propio Factor X para volver locos a sus comensales y triunfar para siempre.