Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, no es un PX de los más "pesados". Al contrario, su dulzor es bastante comedido en comparación con otros PX viejos. Donde destaca es en su tremenda complejidad. Es asombroso observar cómo aparecen y desaparecen los aromas cada vez que se agita la copa. Café, pasas, cassís, tabaco, cacao, orejones, pan de higos, licor de naranja, frutos secos, regaliz negro, toffee, arrope, especias dulces (canela, ajonjolí), azúcar quemado,... En boca también se muestra complejo, a la par que sedoso y envolvente, con una acidez que sorprende al que está acostumbrado a probar otro tipo de PX. Una explosión de sabores que, al igual que en nariz, cuesta identificar y enumerar por su carácter cambiante y su intensidad. Su persistencia se mantiene durante muchos minutos después de vacía la copa. Y su recuerdo no se borra.
Muchísimas gracias al personal de Pérez Barquero por dejarme probar, una vez más, este tesoro de su bodega. A pesar de la inconveniencia de tomarlo en una feria, todos los presentes dedicamos más de media hora a degustar esta delicia. Sin duda se lo merece.
Mi segundo 10, esta vez a un vino dulce, mis preferidos. Y de Montilla, lo que me enorgullece por la parte que me toca ¿El precio? Merece la pena pagarlo aunque sólo sea una vez.
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