Se presenta en botella bordelesa con una etiqueta sorprendente, acorde con el curioso nombre del vino, en ella aparece dibujado con retazos de color verde, un transistor debajo de un árbol, que va emitiendo ondas que se van expandiendo por el viñedo, mientras se muestra a dos viticultores en el medio del viñedo recogiendo, mimando y cuidando sus frutos. En la contraetiqueta no hay mucha información, pero aparece un jabalí, que si uno no sabe de qué va la historia, se queda un poco boquiabierto con la aparición de este animal. Parece ser que todo tiene una fácil explicación, es el método que se utiliza en esa zona para alejar las visitas nocturnas de los jabalíes.
Posee un brillante, limpio y luminoso color amarillo con bordes acerados. Produce una gran lágrima que se desliza lentamente por la copa.
En nariz, es complejo y elegante, armónico y con un equilibrio aromático excepcional. Aromas de fruta con hueso (melocotón) son acompañados por elegantes notas mantecosas (bollería) y especias (vainilla), con toques cítricos y ciertos apuntes herbáceos que le dan al conjunto un aire fresco
En boca, se muestra envolvente, aterciopelado, sedoso, amplio y fresco. Se aprecia la fruta, los cítricos, la vainilla y la bollería, todo en armonía, sin una nota más alta que la otra, sin estridencias. Buena acidez y un toque final amargo, muy sutil, con un final graso y muy persistente.
La producción de esta añada ha estado limitada a 9624 botellas y una de ellas, la 4183, ha sido puesta en mis manos como regalo de cumple, con sorpresa incluida que comparto con vosotros y que es un libro, la compañía perfecta para este vino:
“…A mi me gusta mucho la tele, casi tanto como el fútbol, pero ayer los niños en el cole se rieron de mí cuando, al ratito de empezar a jugar, me caí porque estaba muy cansada…”
Extraído del relato “Mamá está preocupada” escrito por Mª del Mar Funes Rivas. Certamen de Relatos sobre Enfermedad Crónica. Fundación Abbott
Muchas gracias, como siempre, Mara...