A ciegas por el sotobosque

Me tocó realizar esta cata, como si fuera una premonición, en Granada, y como no, me vinieron a la mente los versos del poeta mejicano Francisco A. de Icaza, que decía “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada”….pues ciega ha sido la cata, pero con los ojos bien abiertos que me han permitido ver y sentir este líquido elemento.

Empieza la cata, presenta un color rojo picota con irisaciones violáceas, una intensidad media y ancha lágrima que tiñe tímidamente la copa. Limpio y brillante se muestra. Por el color, diría que tiene alma de joven pero presencia de adulto.

En nariz muestra directamente su madurez, las primeras notas son de ahumados, con toques licorosos y aromas entremezclados a frutas del bosque, ahora rojas y ahora negras. Al mover la copa, asoman tímidas notas a violetas, especias y un fondo a vainilla.

En boca, entra de forma delicada, con timidez pero con cierta frescura. Sus taninos están pulidos y perfectamente integrados y ensamblados. Sigue manteniendo en boca los mismos toques a licor que percibía en nariz, pero ahora unido a frutas rojas, con un final a regaliz. Presenta cierto amargor que intenta compensar con la golosidad de esos frutos rojos y del regaliz. Posee una buena acidez, con un buen recorrido y postgusto medio que permite mantener su presencia en las pápilas durante unos pocos minutos.

Todos estos aromas y sabores nos llevan a pensar que ha pasado una parte de su vida en barrica y que, además de una variedad de uva predominante, puede ir acompañada de otra u otras, que le dan esa distinción y hacen de esta cata a ciegas una noche divertida y apasionante.