Mineralidad y frescura incomparables

Este rosado no tiene parangón con ningún otro rosado que he probado antes. En cata a ciegas difícilmente podría identificarse como un rosado. Está elaborado con un variedad autóctona de las Sierras de Málaga, concretamente de la Axarquía. Se trata de la Romé. Una Romé de viñas muy antiguas que clavan sus raíces profundamente en la tierra para arrancar toda la mineralidad que subyace en ese subsuelo de pizarra descompuesta.

En nariz es un portento de frescura mineral. Se mecen vientos preciosos con recuerdos salinos, entre los aromas frescos y sutiles de las frutas rojas ácidas, de fresones silvestres adornados por apuntes muy finos de violetas. Floral, muy floral.

La boca nos transporta a los terruños pizarrosos refrescados por las brisas marítimas de la Axarquía. Sabroso, amplio, sublime en una frescura profunda perfectamente integrada que lo convierte en un vino vibrante y jovial, a la vez que serio y armonioso, de aromas frutales y ligeros regalices con fondo de violetas que se abandonan lentamente en su recuerdo.

Maravillosa elaboración de una uva autóctona que siempre había servido de acompañante de otros varietales más afamados y que ahora se presenta en forma de un rosado increíble. Un vino capaz de armonizar, por su frescura reverente, con aquellos platos que siempre nos parecieron imposibles. Magistral.

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