No era mi intención la de meterme en berenjenales rieslingnianos, pero a veces la casualidad y la coincidencia nos deparan sorpresas. Y quien me iba a decir a mi que hablando de vinos en un wine bar vienes iban a ofrecerme esta joya, ya más por cabezonería que por curiosidad, el precio de la botella no deja margen de porfías.
No soy amigo de los rieslings, muy a pesar de mi amigo Jaimej, pero después de esta botella he de reconocer que esta uva da unos vinos de mayúsculo espectáculo.
Amarillo dorado brillante, lagrima espesa.
En nariz me recordó a los flotadores de cuando era crío, ese olor a plástico nuevo, aséptico. Sigue mineral, frutos de hueso, mandarinas maduras, y eso que lo tuvimos danzando solo durante hora y media más o menos, este vino con dos o tres horas aireándose puede ser la bomba.
En boca es glicérico, un punto goloso, mineral, largo? Infinito. Acidez perfectamente delineada, una maravilla.
Creo que le quedan años por delante, y si mejora, que no se si mejorar esto es posible, puede ser la leche.
Me dejo loco este vino, por su calidad, por su personalidad… y cuando pague la factura.
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