Después de un verano por la zona de Cahors (Francia), donde originariamente se cultivaba el Malbec antes de llevarlo para el cono sur, decidí probar sus hermanos suramericanos.

No es tan concentrado como sus homónimos europeos. La capa es alta, color cereza picota, deja marcada la copa.
Los taninos son suaves, redondeados. Buen trabajo de la madera.
Es un buen vino para degustar poco a poco. Al rato de abrir la botella todo se pone en su sitio y disfrutas a lo grande.

PD: A pesar de todo me quedo con los Cahors originales.