Magnífico primer arranque en blancos de Chesa.
Amarillo pálido con reflejos dorados y verdosos.
Intensidad aromática media alta.
Es un vino con una aroma predominante durante todo su recorrido de lichi en almibar.
Conforme el vino evoluciona presenta un desfile de notas de papaya, melón maduro e incluso membrillo.
En nariz el perfume de notas tropicales es permanente.
Según evoluciona llegan a apreciarse atisbos de rosas lejanas, aunque el chardonnay le ha apagado las notas florales, destacando en frutales sobremanera.
La entrada en boca es muy suave, mostrandose en boca bien untuoso. Es un vino glicérico, de lagrima densa, lenta y espaciada.
Se nota una cierta acidez aunque muy bien integrada con la fruta.
Este es un vino para maridar pensando más en el Gewürztraminer que en las otras, el chardonnay está muy secundario, es más en mi opinión este vino merece subir el porcentaje de Gewürztraminer y salir como monovarietal al mercado porque da la talla. Es en los vinos blancos donde las bodegas familiares pequeñas lo tienen más dificil y aqui el resultado es muy bueno.
El paso por boca tiene una ligera percepción de dulzor, pero por la variedad, dado que este vino se presenta bastante seco. Tiene algunas notas verdes en boca. En boca me hace pensar que hay más del 55% de Gewürztraminer. Termina con un postgusto jugoso y largo, efectivamente el sabor con sus aromas perdura en la boca.
Por último, cabe decir que el vino encierra mucha juventud todavía, y la lengua impacta con la chispa de carbónico que conserva.
Felicitación a Jesús Sazatornil como bodeguero.
Quería comer con este vino, pero en la cata ya se me ha ido más de media botella y no he empezado a comer.... ay, ay, ay...