El mar, idiota, el mar

¿Se acuerdan de aquella frase acuñada por los entrañables payasos de la tele, sí, aquellos con los que crecimos los chavales de la generación del “baby-boom”? Pues esa es la primera frase que me he llegado a la cabeza tras la cata de este vino, porque este vino es el mar, simplemente el mar.

Dorado intenso, limpio y brillante, precioso de color.

¿La nariz? Pues eso, el mar. Y además del mar, toques de frutos secos, maderas nobles, especias orientales, aceitunas, hierbas aromáticas. Es intensa, muy punzante, ahí sigue la flor de forma notoria. Va cambiando con el aire y mostrando una gama aromática realmente embaucadora con el aumento de temperatura, con unas nítidas gamas minerales de yeso. La nariz es, simplemente, la más profunda, compleja y arrolladora que recuerdo en un vino de estas características.

Y en boca es un vino que arrasa con todo lo que encuentra a su paso, pero lo mejor es que lo hace con la más absoluta de las elegancias. Es el mito del Musigny “un puño de hierro en un guante de seda”, a la andaluza. Amplia, con una finísima acidez, llena de peso, llena de encanto, deja una interminable impronta de frutos secos amargos, con una persistencia eterna. Y ahí, justo en el posgusto, vuelve él, vuelve el mar, vuelve la esencia de Sanlúcar. Es ella, es la manzanilla perfecta, la cumbre de su género.

Primero llegó la manzanilla “Las Cañas”, ahora Navazos y ya nos pareció gloriosa. Después la Bota Nº10 nos subió a los cielos. Y ahora, esta bota punta de la misma manzanilla lo ha conseguido: nos ha emocionado como muy pocos vinos lo han logrado. Gracias Rafael por esta obra magna. Y gracias al Equipo Navazos por poner este vino a nuestro alcance. Nos consideramos privilegiados por ello. Uno de los más grandes vinos que hemos podido probar. Para la historia.