Mi historia de amor con este vino es digna de recordar, y lo hago ahora, a varios meses de la fecha de la cata, porque es un vino al que voy a volver muy pronto, una vez que la añada en cuestión, recién puesta en el mercado por entonces, ha reposado.

"SOROS. BUSCA ESTE VINO", me gritó por email alguien que sabe mucho de esto. Y yo obedecí, y lo busqué, y lo recibí en casa, y lo compartí, y luego me hice amigo de los que lo hacen, y a partir de entonces Rioja ya no fue para mí la sempiterna opción a Ribera en la pregunta del camarero a la hora de elegir el vino.

Creo que lo bonito de la creatividad humana es precisamente ser capaz de hacer cosas convencionales y tambien otras cosas alejadas de ello, sin perder las características que lo definen. Esta bodega tiene otros vinos también muy buenos pero clásicos en cuanto a lo que se espera de un Rioja, otros con un pie en cada lado, y el Soros, muy lejos de lo clásico. Porque uno puede forzar la máquina y, a base de inteligencia y buen gusto, hacer algo distinto que se sale del redil, sin salirse del redil, usando la misma materia prima, el mismo proceso, las mismas reglas, regulaciones e imposiciones de la DO que cualquier otro Rioja.

Un vino diferente, exclusivo por lo distinto, uno de esos que se han dado en llamar "bichos raros" por no plegarse a ningún convencionalismo. De color rojo púrpura, como un mar de picotas maduras y frescas salpicadas de brillos azulados, muy fácil de beber (algo más fresco de lo usual) y sorprendente en cuanto a su capacidad evolutiva a lo largo de la sesión, mientras reposa en la botella y en la copa durante una conversación en la que sobran las palabras.

Me muero por saber cómo se encuentra ahora.