Probablemente la Tempranillo española, cuando está bien elaborada, es de las uvas que hechas vino mejor expresan la fruta en toda su globalidad y sobretodo sin añadidos vegetales y terrosos, tan propios de las variedades más internacionales. Por el contrario, quizás tenga más facilidad para adquirir rápidamente los defectos mas comunes y a veces confundidos con el estilo clásico de los vinos. Aquí encontramos una nariz fina y precisa, donde la fruta pequeña roja se acopla perfectamente a las notas de las maderas nuevas, y que con la aireación señalan pequeñas puntitas torrefactas y de regaliz, alargándose en un fresco matiz balsámico y de piedra caliza. El casamiento Tempranillo y Madera Nueva es un tandem bien entendido por gran parte de los elaboradores Castellanos, teniendo como mejor referente a Mariano García, que es el que mejor ha sabido acoplarlos. La boca es ágil y de buen ataque, con cierta astringencia tanica en la evolución que lo hace algo agreste y desarrollando unos matices mas presentes del tostado de la barrica por vía retronasal. Posgusto de sensación media amargosa y pendiente de más integración, pues se hace algo secante en el cierre. Un vino rico y bien diseñado, quizás con unas aristas tanicas por pulir, pero con una intencionalidad expresiva muy evidente que se basa en la claridad de las formas.
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