Nada de nada. Ni placer, ni sorpresa, ni el más mínimo aire sofisticado, que es lo que se presupone para un espumoso de corte atlántico, elaborado con uva Albariño y del que se espera algo más que una textura amable y fácil, que ni siquiera refresca porque le falta acidez, y que recuerda a la Sidra El Gaitero, mucho más digna y placentera teniendo en cuenta la relación calidad precio. ¿De qué vamos, hombre? ¿39 euros para pasar un mal rato? A mí desde luego no me vuelven a pillar en esta. La duda está resuelta. El cosquilleo que te domina ante la sola visión de un vino que no has probado, que te seduce con su etiqueta, con su historia, con sus proclamas de Terruño y tipicidad, y que al final te lleva a adquirirlo y a preparar la ceremonia (te informas, buscas el mejor maridaje o lo bebes solo...) con esmero y rigor epicúreo...se desvaneció...y se convirtió en decepción, fraude, sentimiento de engaño. Como a Sixto y a Calixto, a mí ya me han visto.
NOTA DE CATA: precioso color amarillo intenso, promesa de aromas de buena crianza... Burbuja abundante, moderadamente gruesa. Aroma plano, manzana, sidroso. Dulzón en boca, falto de acidez. Corto. Pobre.

Botella sobria pero elegantemente vestida
Visual: Amarillo pálido, brillante, burbuja fina y continua.
Nariz: Intensidad media, notas de frutos secos (almendra tostada), piel de cítricos(limón), miel, notas de laurel e hinojo. Complejo y personal.
Boca: Burbuja explosiva, se reproduce las notas que daba en la nariz. Le falta algo de frescura aunque tiene estructura.
El gran inconveniente es su precio 27 Euros. Con ese precio se compra grandes cavas y buenos champagnes.