Esta botella, más valiosa que el oro, me la regaló Federico Vidal - porque es él, porque soy yo, hubiera dicho Montaigne - no sin miedo de las malas sorpresas que a veces deparan los vinos muy añejos. Afortunadamente, este gran reserva estuvo a la altura de las expectativas y me colmó de alegría e ilusión. Es un riojano de pura cepa que sigue al pie de la letra el estilo de antaño : precioso color de ladrillo, olores embriagadores a caramelo de violeta, a pétalos de rosa secos, a duelas viejas y a especias desconocidas. En boca, es pura seda y pura fiesta para un paladar de gourmet : sobre un fondo de fruta roja se destacan notas marcadas de hueso de aceituna negra y otras, más tenues, mentoladas y cítricas a la vez. Es un vino infinitamente emocionante, de fantástica pureza, de una elegancia suprema, de radiante belleza, verdaderamente real y su reino es de este mundo. ( PVP : 45 € )
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