La joven se ha hecho toda una mujer

Ya hablé hace algunas catas de mi miedo cerval a los reencuentros.

La memoria, confundida por el tiempo, suele minimizar lo malo y magnificar lo bueno, y si bien ello es un bálsamo para el dolor provocado por experiencias pasadas no del todo positivas que ya no han de volver, en el caso de esa "marcha atrás" que significa un reencuentro con alguien del pasado, ese supuesto bálsamo de la memoria puede convertirse en un arma de doble filo.

A Pinuaga me la presentó un buen amigo cuando ya era una mujer. Asistía, igual que nosotros, a una cena fraternal en la que coincidimos con otros personajes sorprendentes, un italiano seductor, un sudafricano delicado, un machote toledano y un elegante francés. Mi amigo desde el principio mostró dudas de que Pinuaga nos fuera a cautivar, sin embargo así fue, y lo hizo durante toda la noche.

Después de aquello no volví a verla, ni supe de ella, hasta que mi amigo me avisó de que Pinuaga había vuelto a la ciudad.

Por supuesto me faltó tiempo para ir a buscarla.

La niña que después fue joven había crecido, y había crecido mucho. Me sorprendió el hecho de que Pinuaga Tempranillo había perdido todo el exceso de tanicidad que el crecimiento en barrica le había aportado en su versión más joven (Nature), al mismo tiempo que se había diluido la explosión frutal de la niñez (Senda). Ahora se había estilizado, se había suavizado, se había convertido en una mujer naturalmente elegante, compleja y delicada que sin embargo no prescindía de toda la fruta roja y fresca de la que siempre había hecho gala, perfumada con leves matices de pimienta y un toque balsámico de violetas. Su trago resultó fácil y ligero, mucho más suave de lo que al principio me había insinuado, manteniéndose en un postgusto muy prolongado en el que predominaba, como no podía ser menos, la fruta que había sido la principal de sus características desde que nació.

En nuestro reencuentro se mostró algo distante al principio, pero muy poco después, una vez segura de mis intenciones, volvió a confiarse igual que lo hizo aquella noche. Durante horas me habló de cuando era una niña alegre y dicharachera y le llamaban Senda, y también de cuando creció y se convirtió en una atractiva joven conocida por Nature. También recordamos aquella vez cuando nos conocimos, y nos reímos francamente de la reticencia de mi amigo. Se mostró tremendamente expresiva, y me encandiló con su conversación inteligente e incansable, haciéndome pensar en lo que podría venir después, de aquí a un par de años más.

Luego hubo más, mientras dábamos buena cuenta de un delicioso guiso de carne, setas, tomate fresco, pasas de corinto y especias, aderezado con una gota de salsa Perrin's.

Un vino absolutamente delicioso e impactante, a un precio de escándalo (12 €) El miedo al engaño de la memoria, como siempre suele pasar, era infundado.

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