Vino número 5 del IV Desafío Verema

Visual, granate, con borde degradado, de capa media-alta.

En nariz, a copa parada hay un primer plano intenso de maderas, en forma de ahumados, que oculta en primera instancia cualquier atisbo frutal. Tras la agitación de la copa, continúan los aromas terciarios, de chimenea, que con el tiempo van adoptando la indumentaria de tostados intensos, torrefactados y cereales tostados. En este aspecto, el vino se presenta en un primer momento, tras la apertura, desequilibrado, con poca presencia de fruta y mucha de aromas terciarios. Hay notas verdosas, junto con alguna punta dulzona que consigue aflorar. La oxigenación prolongada permite la metamorfosis: de la crisálida de aromas terciarios surge una criatura más frutal, con forma de fruta roja y golosina de fresa; los ahumados han dado lugar a los tostados más amables del café, los lácteos, también las especias intensas como la pimienta negra y algunas notas de pimentón molido.

La boca, inicialmente, es muy poco expresiva... con astringencias de taninos secantes y una notable acidez, que va de la mano también de una ligera amargosidad. Cuando el vino se abre, muestra su cara más amable... e irrumpe, de manera sorpresiva ya, una boca con rasgos frutales, de fruta roja, un vino goloso, con taninos carnosos y muy buen esqueleto, en el que la acidez juega ahora la carta final de la frescura comedida.

Vino que requiere tiempo para mostrar su verdadero rostro, alejado de una primera impresión de desequilibrio, para mostrarnos las facetas de un buen extracto frutal y de un aporte, bien generoso, de las buenas maderas que le han dado forma.