Esta hermosa propiedad austriaca hace vinos desde apenas unos años (1171 d.C. para ser exactos...), y estuvo manejada por monjes cistercienses hasta 1996. Vamos, ellos cuidaban el viñedo y hacían el vino.

Supongo que la pareja que se hizo de la hacienda algo aprendió de los buenos monjes. Tiene una fantástica nariz, compleja, alegre y mutante, que lejos de cerrase despliega capa tras capa de pera d'Anjou, chabacano, piña, manzana, almizcle, con un seductor toque de anís y clavo de olor en el final de nariz. La crianza tarda mucho en revelarse, y cuando lo hace siempre ocupa un discreto segundo plano. Hay que tenerle paciencia en boca: ataca muy duro, muy terco, pero poco a poco el paso en boca va cobrando una elegancia que seduce: es algo graso, con alguna sensación de densidad, con un retronasal de miedo, a nuez moscada.Pero el final cambia, tiene cierta medida de persistencia pero se vuleve amargo, en total disonancia con el equlibrio precedente. No sé, quizá así es el estilo del vino pero a mí me mueve a bajar un poco la nota otorgada. Pero esta pequeñez palidece frente al precio de 17.5 CHF en Zurich, unos 12 euros. Está para comprarlo por cajas. Y hacerse de un hábito dominico, ya de paso.